GABRIEL SULLIVAN

By The Dirt
(Fell City Records, 2009)

Cuando, con apenas veinte años, Gabriel Sullivan surgió de la escena punk de Tucson (Arizona) con este disco, no tardó en caerle el sambenito de imitador de Tom Waits (los que afinan más se retrotraen a Howlin’ Wolf o al Captain Beefheart). No hubo un solo reseñista que no tomara su voz (¿qué demonios había estado bebiendo o fumando este chico?) como símbolo y prueba de su infamia. Bendita infamia, por otro lado. Recuerdo muy bien la imposición (porque no fue una recomendación, nunca lo fue y sigue sin serlo) de la chica de la pequeña tienda de discos de Salt Lake City (una tienda imposible, en una ciudad vacía, post-Sundance –aquí como sinónimo de post-apocalíptica–), en el invierno de 2010. La tienda estaba llena de tesoros (entre ellos el por aquel entonces descatalogadísimo Greetings From Wawa de los Old Crow Medicine Show). Yo debía ser el único cliente de ese día, de esa semana, de ese año. Lo más mainstream que quise llevarme fue el Glitter and Doom de Tom Waits (más por cariño que por devoción, la verdad). El caso es que la chica del mostrador, que estaba leyendo el Motel Life de Willy Vlautin (lo que me hizo desear preguntarle si quería casarse conmigo), me dedicó una mueca diferente por cada disco que fue marcando en la caja. Creo que al final aprobé el examen. Pero al llegar al de Tom Waits, me miró, lo apartó a un lado haciendo un chiste fácil con su apellido que aquí no repetiré, salió de detrás del mostrador, fue hasta el final de la tienda y volvió con una copia del disco que hoy reseñamos diciéndome: «Si te gusta Tom Waits, llévate mejor esto». Me fié de ella. Sigo haciéndolo («pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión»). El disco de Gabriel Sullivan me fascinó desde el primer momento. Entre los músicos que colaboraban estaban Nick Luca y Joey Burns, de Calexico. Y las dos versiones que se marcaba eran irreprochables: un tema del mítico Chris Gaffney (que en gloria esté) y de Rainer Ptacek, compadre de Giant Sand (también tristemente desaparecido). Puro «Desert Noir» (sea eso lo que sea, me lo acabo de inventar, pero suena exactamente a lo que tendría que sonar algo que se llamase así: hay blues, hay góspel, hay country y hay rock ‘n’ roll, pero sobre todo hay desierto, hay oscuridad, hay bourbon, hay percusiones con piezas de automóvil y hay frontera). El Glitter and Doom de Tom Waits me lo compraría luego, de vuelta a España, en la sección de discos de unos grandes almacenes. Lo oí el día que lo compré y no he vuelto a escucharlo. Sin embargo, este By the Dirt no dejo de oírlo. A modo de apéndice solo añadiré que, de vez cuando, aún me sigo encontrando en el buzón un paquete con sello de Salt Lake City, Utah, USA.