Better Than Myself
(Big Machine Records, 2017)
Porque pone que es un disco de 2017, que tiene 26 añitos y que es de Pendleton, un pequeño pueblo del condado de Madison, en Indiana. Si no, uno se atrevería a decir, por lo que suena, que el tañido barítono de esa voz procede más bien de mediados de los setenta, que se gasta ya sus 40 tacos bien curtidos, que le han hecho daño en callejones oscuros y que ha de ser seguramente de Texas, de Lubbock o Austin, probablemente colega de Tompall Glaser, Waylon Jennings o Billy Joe Shaver, uno de los viejos «héroes del honky tonk»… Pero no. Este milenial barbudo y de pelo largo, en efecto, tiene 26 añitos, admira a Willie Nelson (de ahí que le haya secuestrado a Mickey Raphael para tocar la armónica en tres temas), tiene la «W» de Waylon tatuada en el antebrazo y, un buen día, se largó de su pueblo, el pueblo donde en tiempos remotos colgaron a aquellos tres blancos por lo de la Masacre de Fall Creek (en el parque aún puede leerse la inscripción: «Tres hombres blancos fueron colgados aquí en 1825 por matar indios»), para irse a estudiar a Nashville y hacer del Red Door Saloon de la calle Division su segunda casa. La cosa le viene de su abuelo, porque su padre era fan de Ratt y Cinderella. Reconoce que Jamey Johnson abrió el camino, hace ya una década, con el ya mítico That Lonesome Song, después de dejar atrás la cárcel (en el caso de Johnson la cárcel real, nada metafórica, en el caso de Williams, ese pueblo de Indiana, cualquier pueblo pequeño, en realidad, que, en palabras del abolicionista Frederick Douglass, era «uno de los mejores pueblos republicanos del Estado») y, después de que su batería se mosqueara un día con él y le dijera que sus canciones eran mejor que él (bien, ya tenemos título para el disco: «Well, I was told not long ago / My songs are better than myself»), ha salido a la palestra en un momento que no puede parecer más apropiado, cuando están empezando a pegar fuerte todos esos jóvenes «outlaws» (aunque él prefiere el término «country cósmico», en la línea de ese otro disco fundacional de Sturgill Simpson) entre los que destacan Paul Cauthen, Cody Jinks, Cody Johnson, Nikki Lane, Margo Price y ahora él mismo, que incluso viene de telonear a los Lynyrd Skynyrd, esa cosa ya un poco triste pero que es también, y sobre todo, símbolo de un sonido, una época, una actitud… Se sigue bebiendo y se sigue fumando. Puede que sea un cliché, pero seguimos jodidos y, como dice uno de los personajes de sus canciones: el único estado en el que estoy registrado para votar, es el estado de ebriedad. No está el horno para pop, no es país para viejos, es tiempo de forajidos.