The Dirty Old One Man Band
(Bloodshot Records, 2005)
Recuerdo que fue otra de las malas bestias que descubrimos en aquel DVD de tres horas y media que un buen día apareció en el desguace de Discos Metralleta (donde también aparecería en otra ocasión no menos memorable el Heartworn Highways), Bloodied but Unbowed: Bloodshot Records’ Life in the Trenches. Le seguimos el rastro a aquel tipo con su «Hit the Road» y este fue el primer disco que cayó en nuestras manos, el disco del cambio, de la resurrección, del milagro en el río San Marcos. En él nos vimos perfectamente reflejados, no solo generacionalmente, también porque su evolución había sido bastante similar a la nuestra. Más o menos en la misma época, nosotros pasamos del punk rock (él militando en The Thangs mientras nosotros nos magullábamos con The Misfits, Slayer, Danzig…) al bluegrass (Scott Biram & the Salt Peter Boys y Bluegrass Drive-By mientras nosotros desmenuzábamos el primer Cash de Rubin y dábamos nuestras viejas camisetas estampadas a nuestros hermanos pequeños). Música de pueblo de Texas con no más de 150 habitantes. De pueblo sin semáforos. De La última película. Música de bandas rabiosas de instituto y mucha juerga, de pasar la noche en salones de amigos y de mucha carretera, de cerveza Lone Star y de LSD en parques infantiles… Y luego música de hombre solitario, de John Lee Hooker, micrófonos viejos, megáfono, armónica, amplis potentes y zapateo contra la tarima del suelo. Cientos de bolos de cerveza gratis y bote para propinas… Ahora miro los créditos del disco y veo que aparecen nombres que entonces no significaron nada para mí pero que hoy me pillan por sorpresa: los Weary Boys (¡amén!) en un par de temas y nada menos que Leo Rondeau a la mandolina. Y en los agradecimientos gente como Drew Landry, Hank III, Black Joe Lewis… ¡¿Cómo no nos íbamos a hacer de inmediato feligreses de La Primera Iglesia del Supremo Fanatismo de Scott H. Biram (la «H» es de «Que te jodan»)?! Fue el disco que (sin contar un directo y el EP, Rehabilitation Blues, grabado a traición por su padre durante su convalecencia) sucedió al accidente que casi se cobró su vida (su camioneta fue arrollada por un camión de 18 ruedas en una época en la que andaba enfermo por una chica de Louisiana). Él piensa que algo tuvo que ver el agua milagrosa del río San Marcos (a cuyas orillas descendió una noche, muy borracho, a curarse de la chica de Louisiana con un buen trago bautismal de su cauce). Quince operaciones, varillas de metal, silla de ruedas, sueños raros y la decisión de apostar fuerte por los temas propios y la aspereza. En algún lugar comentó jocosamente que debió ser la medicación del hospital. El caso es que le salió un disco monumental, el disco que supuso el cambio al sello de Chicago y al mercado internacional. Accidentes y rock ’n’ roll. Alguien debería escribir ese libro. El libro de los desvíos por accidente. De las iluminaciones barbitúricas. Del blues a corazón abierto… Desde entonces no ha parado de brindarnos discos tremendos. Aunque nada como verle en directo. Misa negra.