Oh My Goodness
(Thirty Tigers, 2015)
La canción de Kris Kristofferson «The Pilgrim–Chapter 33», allá por 1971, se abre con una dedicatoria: «Empecé a escribir una canción sobre Chris Gentry y acabé escribiéndola sobre Dennis Hopper, Johnny Cash, Norman Norbert, Funky Donnie Fritts, Billy Swam, Bobby Neuwirth, Jerry Jeff Walker y Paul Sieber, y también tiene mucho de Ramblin' Jack Elliott». Cuatro años más tarde, en 1975, imitando la voz de Kristofferson, Jerry Jeff Walker abre su canción «Pissing in the Wind» con una parodia de aquella dedicatoria: «Quiero dedicar esta canción a Kris Kristofferson, a Johnny Cash, a Billy Swam, a Funky Donnie Fritts y a… mear de cara al viento». Oh My Goodness fue su cuarto y último disco. No se prodigó mucho en estas lides. Murió hace unos días, a los 76 años, dejando un vacío inmenso que, a primera vista, para los no iniciados, puede parecer inverosímil. Fue un poco el Pepín Bello de allí, el Pepín Bello de Alabama, de Muscle Shoals (algo así como la Residencia de Estudiantes de Colbert County). Nadie fue tanto como él «el hombre que estuvo allí», aunque siempre en segundo plano, un poco amalgama, el que juntaba a todos, un poco el fotógrafo de toda aquella generación. Kristofferson fue un poco su Lorca, por seguir con el símil. En los agradecimientos de Oh My Goodness le da las gracias a Kris por haberle dado una vida que jamás hubiera podido soñar. Durante casi más de tres décadas fue el teclista de su banda, en el 74 Kristofferson le produciría su primer disco en los estudios de Muscle Shoals, el mitiquísimo Prone to Lean (en el que, aparte de Kristofferson, participaron Willie Nelson, Dan Penn, Spooner Oldham, Waylon Jennings, Delbert McClinton, Tony Joe White, Leroy Parnell y John Prine, ahí es nada). En las «liner notes», Kristofferson presentaba al «legendario hombre inclinado de Alabama» («en su casa dicen que creció así antes de que intentase siquiera incorporarse, el mote que le puso alguna gente por aquel entonces fue Brisa Fresca y le queda como anillo al dedo a Funky Donnie Fritts»). También gracias a Kristofferson participaría como actor en tres películas de Sam Peckinpah (Pat Garrett & Billy the Kid, Bring Me the Head of Alfredo García y Convoy) y en A Star is Born y Songwriter… Oh My Goodness pone el pelo de punta. Es un poco su despedida anticipada. Está él, con su voz ya algo cascada y su viejo Wurlitzer, sobrecogedor, como siempre, y con producción exquisita de John Paul White. Vuelven a aparecer los sospechosos habituales y algunos nuevos como Jason Isbell, Amanda Shires, Reggie Young, Dylan LeBlanc, Jack White… Y la cosa no puede empezar con mejor canción (en las notas le agradece a Billy Bob Thornton que se la descubriese): «Errol Flynn», en la que uno no puede evitar encontrar el rastro biográfico y sentimental del propio Fritts: «En la pared del pasillo de una casa que hay en Reseda / hay un póster colgado con dos clavos y una chincheta / es mi padre, el actor, a punto de morir con las botas puestas, / es el tipo que está de pie al lado de Errol Flynn…». En los créditos, siempre cinco o seis nombres por debajo de las grandes estrellas. Pero siempre ahí, tapando agujeros, en la intendencia. El resto del álbum sigue manteniendo muy alto el nivel de emoción, no hay fatiga, no hay nada senil ni geriátrico, como a veces ocurre en los discos de algunos grandes veteranos, está todo intacto y en forma. Coincidimos con el veredicto de Patterson Hood: una obra maestra. Y qué pena, joder, qué puta pena.