Demo
(Demo, 2019)
12 de septiembre. Hoy hace diecisiete años que Johnny Cash, cuatro meses después de la muerte de June, murió en el Hospital Baptista de Nashville por complicaciones de la diabetes, destinándonos a muchos de sus «creyentes» (como me dijera una vez W.S. Holland, el viejo «Fluke»: «You're not a fan, you're a believer», al ver la colección de discos y libros del Hombre de Negro que custodia mi casa; el 13 de marzo de 2007 los Tennessee Three habían venido a Madrid a tocar en la Sala El Sol) a una orfandad difícilmente remediable. Recuerdo perfectamente el día, la hora, la llamada de mi hermano, el silencio y el temblor que al menos yo experimenté en la calle Salitre. Teníamos ya los billetes para ir a Nashville, a «la casa del lago», para estrecharle la mano y darle un ejemplar del cómic que habíamos hecho cuando publicamos su primer libro de memorias en la editorial Acuarela. Ya no iba a poder ser. Pero aún así fuimos. Y Nashville era un erial, un inmenso vacío. (¿Te acuerdas, Fani?, tú con tu cresta mohawk, yo con mis pelos Rage Against the Machine, todos nos preguntaban si estábamos allí por «music business», hasta en el Country Music Hall of Fame, al que entramos como los dos japoneses tristes y extraviados de la película de Jim Jarmusch, aclarando que veníamos de Madrid, pero no el Madrid de Iowa ni el de Nuevo México, sino el de España, que viajábamos tras las huellas de Johnny Cash y, de nuevo, que no, que no éramos una banda punk)… Pues bien, rememorando todo aquello y con ánimo de enlazar la efeméride como a un potro salvaje, no se me ocurre mejor manera de homenajear a Cash que reseñar esta fabulosa «demo» de Riddy Arman (que os podéis descargar por seis miserables dólares en Bandcamp), cinco temas desnudos y descarnados, guitarra, bajo y pedal steel, grabados una noche a mediados de diciembre de 2019 en Holy Cross, Nueva Orleans, cuyo corazón es la desgarradora «Spirit, Angels or Lies», una canción, precisamente, sobre el 12 de septiembre de 2003, el día de la muerte de Johnny Cash, y también sobre la muerte, un mes más tarde, del padre de la cantante, Thomas Arman, probablemente una de las canciones más conmovedoras y emocionantes que se han escrito sobre la muerte y el legado de ese padre gigantesco que siempre fue y seguirá siendo el inmenso Hombre de Negro. La interpretación que hace para Western AF en un viejo vagón de mercancías abandonado (podéis encontrarla en YouTube), en cuya presentación Riddy no puede evitar que se le inunden los ojos de lágrimas al evocar la historia que hay detrás de la letra, es sencillamente estremecedora. Imposible evitar el escalofrío. La emoción que transmite su voz, una voz poderosa curtida a la intemperie, una voz de las llanuras desoladas de Montana, de mano callosa, piel quemada y coyotes a lo lejos, de pasar frío ahí fuera, en compañía de tu perro y del ganado, no puede transmitir mejor la apabullante soledad en la que nos dejó sumidos Su ausencia… Riddy Arman, de Dixon, en el condado de Sanders, Montana, tiene una calidez en la voz y un deje melancólico que, con ayuda del bisturí del pedal steel, tiene la capacidad de dejarte estremecido frente a la fogata del campamento, como una osamenta pelada por las inclemencias del tiempo. No me extraña que en los últimos años se haya convertido en una habitual del Cowboy Poetry Gathering de Elko, Nevada. Es una extraordinaria «storyteller». Y maldita sea mi estampa, al final me la he perdido por poco (aún estoy a tiempo de enmendarlo). Durante muchos años fui un habitual de ese Festival. Encuentro de vaqueros narradores, poetas y cantantes, donde tuve la suerte y el honor de conocer y codearme con los grandes de las generaciones anteriores (Ramblin Jack Elliott, Tom Russell, Michael Martin Murphy, Ian Tyson, Don Edwards y, en el último, Corb Lund). Ahora es la generación de Riddy Arman la que se deja caer por el Western Folklife Center. Colter Wall entre ellos. De hecho, de Riddy dicen que es la versión femenina del Colter. Gente bonita, en definitiva. Autenticidad, piel de gallina y escalofrío. Y cómo te echamos de menos, querido Johnny. Cada día, de cada año, desde que te fuiste…