SWAMP DOGG

Blackgrass: From West Virginia to 125th ST.

(Oh Boy Records, 2024)

Con este disco, Swamp Dogg, a sus 81 años, cierra, con broche de oro, una historia que ya cumple más de medio siglo. La historia se inicia a finales de los años sesenta del siglo pasado, cuando Swamp Dogg no era aún Swamp Dogg, sino Jerry Williams Jr., y trabajaba de productor (y otros apaños) en Atlantic Records. Por aquel entonces contribuyó a que John Prine firmase para formar parte de la plantilla de artistas de la discográfica (una de las más importantes de Estados Unidos). Gracias a los tejemanejes de «D-O-double G», en 1971, sale el primer disco, hoy mítico, del cartero de Chicago, el homónimo John Prine. El cuarto corte de la cara A era «Sam Stone» (en su origen, «Great Society Conflict Veteran's Blues»), octava en la lista de las «Diez canciones más tristes de la historia», según las eminencias de la Rolling Stone en el año 2013 (cuando ya lo de «eminencias» iba bastante entrecomillado y la revista empezaba a ser la sombra de lo que fue). Y, luego, al poco tiempo, apenas un año después, el propio Jerry Williams, ya autobautizado como Swamp Dogg, grabaría «Sam Stone» para su álbum Cuffed, Collared and Tagged (1972), convirtiéndola en un hit que aún hoy sigue interpretando —y cosechando ovaciones—, para cerrar sus conciertos. John Prine llegaría a grabar otros tres discos con Atlantic, luego pasaría a Asylum (donde sacaría tres más) y, ya en 1981, renegando del modelo establecido/anquilosado de la industria musical (basado fundamentalmente en la explotación de cantantes y compositores), cofunda con Al Bunetta, su mánager, y otro colega, Dan Einstein, su propio sello, Oh Boy Records. La vida sigue, la amistad también, y, en 2020, Swamp Dogg (a lo Solomon Burke con su glorioso Nashville de 2006) saca su primer disco declaradamente country, Sorry You Couldn't Make It, en cuyo último corte, «Please Let Me Go Round Again», canta a dúo con John Prine, en la que sería una de sus últimas grabaciones (aparte del cameo en el corte seis, «Memories»). Luego vino la pandemia y nos lo mató. Y desde entonces venimos llorándolo (hay otra historia muy emocionante del impacto de John Prine, que tiene que ver con el último disco de Chip Taylor, pero para no hacer de esto una historia interminable, nos escabulliremos diciendo lo que no se cansaba de repetir Michael Ende, porque, en efecto, «esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión»). El caso es que este último disco (hasta la fecha) de Swamp Dogg (que siempre ha hecho las locuras que le han salido de las narices, y por eso se le ha querido y se le quiere tanto) ha salido editado en el sello de John Prine (que, pese a su ausencia, sigue sacando oro), a quien, además, va dedicado con mayúsculas y letra bien grande: «CON AMOR, AGRADECIMIENTO Y RESPETO». La relación de Swamp Dogg, «el superhéroe del soul psicodélico», como se le ha querido llamar alguna vez, con la música country, viene de lejos. Su abuelo era fanático de Frankie Lane y Vaughn Monroe, y cuando Swamp Dogg aún no era Swamp Dogg, sino Jerry Williams Jr., y además muy junior, de hecho, Little Jerry Williams, debutó con seis añitos en un concurso de talentos interpretando una versión de «Peace in the Valley», el clásico de Red Foley. Ya en los años setenta no tendría empacho en declarar: «Si te fijas, uso muchos metales. Pero, en el fondo, si escuchas mis discos antes de que empiece a llenarlos de mierdas, soy country. Sueno a country». Lo mismo pasa ahora con este Blackgrass: From West Virginia to 125th ST. («Casi nadie habla de los verdaderos orígenes de la música bluegrass, pero viene de la gente negra. El banjo, el barreño-contrabajo y todas esos cachivaches son inventos de los afroamericanos. Los tocábamos antes incluso de que tuvieran nombre.»), para el que se ha rodeado de una banda de ensueño que incluye, nada menos, que a Noam Pikelny, Sierra Hull, Jerry Douglas, Chris Scruggs, Billy Contreras y Kenny Vaughan. Y, como era de esperar, el disco vuelve a ser un gozoso batiburrillo en el que se mezcla el pasado y el presente, lo sagrado y lo profano, desdibujando las fronteras entre el folk, la música de raíces, el country, el blues y el soul. Un disco, como siempre, de lo más ecléctico, pero cohesionado y «visto a través de unas lentes progresivas de los Apalaches». Margo Price, Vernon Reid, Jenny Lewis y The Cactus Blossoms unen sus colaboraciones al festejo. A John Prine seguro que le hubiese encantado. «Significa muchísimo poder haber sacado este álbum en el sello que fundo John. Él es el autor de muchas de las canciones más grandes de todos los tiempos, canciones capaces de hacerte bailar por dentro. Él era como un pastor los domingos, te hacía pensar en lo que ocurría en el mundo y en cómo sobrellevarlo. Siempre quise darle las gracias a John.» Pues dicho y hecho, ahí está, grabado a fuego en las notas del disco, en mayúsculas y letra bien grande: «JOHN, GRACIAS DE TODO CORAZÓN POR HABERME DADO ESTE RESPIRO… OH BOY!».