Mr. Luck & Ms. Doom
(El Cortez Records, 2025)
Contabilizando los discos, Willy Vlautin lleva ya siete novelas (tres traducidas al español: Vida de motel, Northline y La noche siempre llega) y, si no me salen mal las cuentas, entre los discos de Richmond Fontaine y The Delines, unos dieciocho libros de relatos. Una de sus novelas, Don't Skip Out On Me, venía con CD incorporado, la banda sonora del libro, (también Northline, Lean on Pete y Vida de Motel cuentan con sus correspondientes bandas sonoras). Y ya vamos por la tercera entrega de la serie Spoken Words (el último con acompañamiento musical de The Delines). Al menos para mí, que tiendo a consumir (y valorar) las canciones de un modo más literario que musical (y por eso el Nobel de Literatura a Dylan nunca me pareció descabellado), el caso de Willy Vlautin siempre ha sido sintomático. La confusión que parecen transmitir las primeras frases de esta reseña, esa caótica amalgama de música y literatura, define muy bien las sensaciones que, desde siempre, me ha transmitido su obra. Al leer sus novelas, con esa cosa tan de Steinbeck, Gifford y Shepard que destila, me parece estar escuchando su música, y, al revés, al escuchar sus discos creo estar enfrentándome a la lectura de un volumen de relatos. Batalla en la que siempre acaba alzándose victoriosa la literatura. Por aquella época, cuando la gente comparaba a los Richmond Fontaine con los primeros Calexico, solía señalarse esa brecha. La música no entusiasmaba tanto como lo que contaban las letras, que eran poco menos que relatos de Carver (la influencia literaria de Tom Waits, desde que Vlautin oyera de pequeño el Swordfishtrombones, es también palpable). La parte musical de sus discos era, básicamente, una banda sonora para sus narraciones. Y luego ocurría, ya digo, lo contrario, al leer sus novelas (en la traducción puede que se perdiese el efecto) uno percibía al momento la lírica y la musicalidad de sus letras, eran mas bien como canciones extensas. Con esta última entrega de The Delines, la emulsión alcanza un grado de maestría perfecta. Al frente de esta nueva agrupación (formada en 2012), sobre todo gracias a la voz de Amy Boone, Willy Vlautin ha ido afinando la mezcolanza de los ingredientes literarios y musicales hasta solaparlos y hacerlos casi indistinguibles en este prodigioso Mr. Luck & Ms. Doom. Siguen siendo relatos (la galería de personajes es maravillosa: desde el Mr. Luck y la Ms. Doom de la canción que da título al álbum, pasando por Ponyboy, Lorraine, Nancy y el chulo de Pensacola, Cowboy Jim y el Narcoléptico, hasta Maureen y JP…, la fauna de un paisaje de cuneta y desguace, yonquis, prostitutas, moteles, carreteras y gente perdida y desesperanzada, los márgenes por los que se deslizan las ficciones de Vlautin desde sus primeros álbumes; en una entrevista reciente declaró: «Llevo escribiendo canciones desde los once años. Ya entonces eran oscuras»). La trompeta de Cory Gray nunca había sonado mejor. Además, como buen novelista, Vlautin es el rey de los «openers», las frases de inicio. Traigo a colación, por poner un ejemplo, la frase con que se abría Vida de Motel, su primera novela (editada el año de Obliteration by Time, 2006, el séptimo disco de Richmond Fonaine): «La noche en que ocurrió yo estaba borracho, casi inconsciente, y juro por Dios que un pájaro entró volando por la ventana de mi habitación del motel». Imposible no seguir leyendo, ya estás dentro. Y en este disco que hoy nos ocupa, por citar solo un caso, nos encontramos con ese primer verso de «Sitting on the Curb» (con reminiscencias de Música para corazones incendiados de A. M. Homes), que dice: «Sentado en el bordillo, viendo cómo se incendia nuestra casa». Las canciones se te prenden como garfios desde el primer acorde. Y la atmósfera que lo envuelve todo hace que te sientas como en la sala de cine de un pueblo perdido de Nevada (Elko, por ejemplo). Su música (y su literatura) tienen también mucho de cinematográfico (el cine de Wenders y Hart Hartley). No creo que haya nadie más en el panorama musical actual que logre conjugar de un modo más natural todas estas disciplinas artísticas. En este álbum, como digo, todo es impecable, desde la fotografía de la cubierta, hasta los títulos de las once canciones. Parece ser que el origen de Mr Luck & Ms. Doom se sitúa en una noche, después de un bolo, cuando Amy Boone le pidió a Vlautin que escribiese una canción de amor en la que nadie muriese ni nada acabase mal. «Me estás matando con tanta canción oscura, tío. Si no quieres que me vuelva majareta, haz el favor de escribirme una canción de amor en la que los amantes tengan dinero y sigan vivos y enamorados después del último verso». Este disco ha sido ese intento (fallido) de ejecutar algo un poco más esperanzador. «Mr Luck & Ms. Doom» es lo más parecido que ha escrito Vlautin a una canción luminosa, con final feliz. La otros diez temas vuelven a hundir los pies en el desaliento y el lodazal, marca de la casa. Por último, solo añadir que ha sido un gustazo toparme con nuestro queridísimo José Luis Carnes en los agradecimientos del disco (junto a Patterson Hood y John Doe). Todo lo bueno se junta. Willy Vlautin es un gran tipo (José Luis, ni te cuento). Difícil no quererlo(s).