MICHAEL DEAN DAMRON

Father’s Day
(In Music We Trust Records, 2009)


En espera de que nos llegue el último trabajo de este ex boxeador amateur que se dejó la piel en los rings de Las Vegas antes de dedicarse al punk rock con una nariz rota y varias cervezas de más, ansioso por escuchar el nuevo álbum que, según me informa mi amigo el entendido, está a punto de ver la luz, para ir calentando motores, regreso a su tercer álbum en solitario, el segundo desde la desaparición de aquel contundente grupo que lideró en Portland, Oregon, durante casi trece años: I Can Lick Any Sonofabitch in The House (nombre glorioso para una banda gloriosa). Lo cierto es que siento especial debilidad por estos egresados/escupidos de la escena punk-rock que, de repente, un buen día, escucharon a Townes Van Zandt y se dieron cuenta de que no había nada más punk, tanto en actitud como en estilo, que las canciones del mítico y tristemente desaparecido trovador de Texas. En la línea de Micah Schnabel y Shane Sweeney (de los inmensos Two Cow Garage) o de Chuck Ragan (de los Hot Water Music), desenchufado y en solitario, con armónica y poco más, Michael Dean Damron se marcó en el 2009 un tercer disco impecable sobre el lado oscuro de la ciudad que recuerda mucho en la pegada a los mejores ganchos de Steve Earle. Por ahí definieron su sonido, ya entonces, como un sonido anti-hipster-country-folk-rock. Y me gusta. Quizá porque desde el otro lado de los «speakers» yo también sufrí, más o menos por esas fechas (mediados de los noventa), la misma evolución. Tal y como se lamentaron los Two Cow Garage en Swingset Assassin allá por el 2008 (hablando de mí y de tantos otros que dejamos atrás el punk rock y los efímeros estertores del grunge): «Well then I cut my hair and I dyed it black / while all my friends were getting stoned […] But in the end punk rock /just left me empty and alone».