Phil Lee

The Fall & Further Decline of The Mighty King of Love
(Palookaville, 2013)

Me gusta mucho el modo en que lo definió Rick Allen en enero de 2013, cuando Phil Lee sacó este, su cuarto álbum: «Lo que resulta de mezclar un Huck Finn hipster y loco con Jack Kerouac». También decía que si fuese un personaje de On The Road, sería el tipo que va en el asiento de atrás, el extraño recogido en una gasolinera al que Sal y Dean admiran y escuchan con atención reverente cuando les dice detrás de qué vallas publicitarias suele acechar la patrulla de carreteras, en qué «diners» sirven y se contonean las camareras más bonitas, dónde encontrar la mejor tarta de manzana en cada trecho de dos millas de la Ruta 66 y dónde poder parar de emergencia, a cualquier hora del día, sin cita previa, para que te limpien y planchen el sombrero. Se pasó décadas tocando la batería en bandas olvidadas, conduciendo camiones, destrozando motos, rompiendo corazones, transportando «equipamiento», eludiendo a las autoridades y liándola parda dondequiera que fuese, antes de grabar su primer disco, allá por 1999, el ya mítico The Mighty King of Love, con nada menos que 47 tacos bien jodidos. Natural de Durham, Carolina del Norte, pero afincado en East Nashville en compañía de su sufrida esposa, Maggie, de origen teutón, que hace 9 años, cuando su marido afrontaba la crisis de los 50 pasándose horas sentado en el porche, con su «six-pack», eructando y contemplando los atardeceres sobre el río Cumberland, le dijo que necesitaba con urgencia buscarse un hobby. Sabe Dios que tienes razón, le respondió el bueno de Phil. Y esa misma noche, en el garaje, se puso a lanzar cuchillos. Si lo de la música no funcionaba, siempre podría recurrir al lanzamiento de cuchillos. Pero lo de la música ha seguido funcionando. Y cómo. Prueba de ello es esta «Caída & Posterior Declive del Gran Rey del Amor». Y ya ha sacado otro más, Some Gotta Lose…

Sobra decir que lo esperamos en las dependencias de Dirty Works como agua de mayo.