If I Could Only Fly
(Anti-, 2000)
No sé qué decir ni cómo decirlo. Han pasado tres días y lo último que me apetece es creérmelo. Así que no me lo creeré y punto. Porque al final es verdad que alguien así nunca muere. Una fotografía preciosa de Johnny Cash, ya muy viejo, al lado de un Merle con una pinta estupenda, los dos con sus guitarras (muchísimos años después de lo de San Quintín); no sé quién la puso ese maldito día 6 de abril en Facebook. Se me saltaron las lágrimas. No tanto de tristeza como de emoción, de pensar: «Vaya dos titanes», de pensar: «Estos dos han hecho que mi vida sea más bella». Ayer empecé un libro de Stephen King. Revival. Comienza con una emocionante página de agradecimiento. Dice: «Este libro es para algunas de las personas que construyeron mi casa» y, acto seguido, enumera a diez de sus autores favoritos, de Mary Shelley a Peter Straub. Al final añade el título de una novela breve de Arthur Machen que le obsesionó durante toda su vida. Pues bien, junto a Johnny (me disculparán el exceso de confianza), la lista de gente asombrosa que construyó mi casa, la encabeza Merle. Y añadiría al final su «Workin’ Man Blues» a modo de obsesión y compañera de toda una vida. Y ahora me río porque, hablando de casas y agradecimientos, me acabo de acordar de lo que dijo Merle cuando le hicieron miembro del Country Music Hall of Fame. Dijo: «Me gustaría darle las gracias a mi fontanero, Andy Gump; estás haciendo un trabajo estupendo en mi cuarto de baño». ¡Qué tío más grande! Un espíritu auténticamente libre. Recuerdo haber estado en la pickup del gran Mike Beck (otro californiano al que quiero mucho), en el callejón trasero de un bar de Elko (Nevada). Durante todo el trayecto desde Salt Lake City (y su cerveza insulsa) hasta Elko (y la exquisita Buckaroo Brew del Western Folklife Center), Jaime y yo habíamos estado poniendo a todo trapo el «Working Man» de Rush. Volvimos a ponerla en la pickup de Mike Beck. Y luego pusimos el «Working Man Blues» de Merle. Palabras mayores. Puro sonido Bakersfield. «Sometimes I think about leaving, / do a little bummin around / I wanna throw my bills out the window / catch a train to another town / But I go back working/ I gotta buy my kids a brand new pair of shoes / Yeah drink a little beer in a tavern, / Cry a little bit of these working man blues». Al acabar la canción se hizo el silencio. Mike Beck dio un trago a su cerveza y en ese mismo instante lo definió mejor que nadie: «Merle Haggard es el William Shakespeare de la música country». Amén a eso. Nada que añadir… Solo que si he elegido este disco es porque en su día supuso un renacimiento para un Merle que en los noventa las había pasado bastante canutas (recuerdo perfectamente el día que compré este disco en Madrid Rock, ese templo que ya no existe) y porque incluye esa maravillosa canción de Blaze Foley que da título al álbum y que siempre me pone los pelos de punta. En realidad podía haber elegido cualquiera de sus innumerables discos, porque, al fin y al cabo, de lo que se trata aquí es de desmentir la noticia de su fallecimiento. Merle Haggard sigue y seguirá estando siempre vivo. Y yo brindo por ello cada puto día.