Bristle Ridge
(Ten Four Records, 2008)
Lo leí una vez, no sé dónde, y me encantó. Venía a decir algo así como que siempre llega un momento en que el líder de una banda punk y su perro (y si no, al tiempo) se calman, dejan de ladrar, se compran (o roban) una guitarra acústica y emprenden una carrera de «alt-folk/country» en solitario (lo que me vuelve a traer a la memoria a los imprescindibles Two Cow Garage, cuando Micah Schnabel, en «Swingset Assassin» canta aquello de «But in the end punk rock / just left me empty and alone»). La cosa no siempre funciona (es una prueba de fuego que bien puede terminar en el suicidio, real o metafórico, mejor el primero, desde luego: hay gente a la que no se le puede sacar del berreo –salvo con una pistola–), pero hay casos gloriosos. Casos como el de estos dos infatigables pistoleros. Chuck Ragan (y su perro, y su barba, y su pasión por la pesca) desde la mítica banda de Gainesville, Florida, Hot Water Music (sí, en efecto: Bukowski), formó la banda de country/folk Rumbleseat antes de debutar con su disco en solitario Feast Or Famine. Austin Lucas, por su parte, (hijo del productor de Alison Krauss: normal que se volviera punk) militó en las bandas Twenty Third Chapter, Rune, K10 Prospect y Guided Cradle antes de emprender su carrera en solitario con sonido de grillos y ladrido de perro al fondo (como en el majestuoso Somebody Loves You, editado en 2009 por Suburban Home Records, un año después de la joya que hoy reseñamos). De sus avatares en solitario ya hablaremos en próximas entradas (y sí, ya lo sé, me doy cuenta de que escribo dos blogs simultáneos: este y otro inexistente, futurible, al que voy emplazando todos los discos que me da por referenciar de paso al hablar de otros, cada dos por tres; prometo cumplir). De esos, como digo, ya hablaremos más adelante. Hoy queremos hablaros de esta feliz alianza. Dos cabalgan juntos. Ya lo habían hecho un par de años antes, en un siete pulgadas con los temas «Oakland Skyline» y «Don’t Cry If You’ve Never Seen The Rain», pieza de coleccionista, así como en el recopilatorio, más localizable, de las Blueprint Sessions. Que acabara sucediendo este Bristle Ridge estaba cantado. Más que una colaboración o disco mano a mano es, como ellos mismos reconocen, «una sociedad de admiración mutua». Por un lado, las canciones de Ragan, con su voz potente, aguardentosa, todavía conservando el viejo ladrido de «Música de Cañerías», y por otro las de Lucas, con su voz aparentemente frágil y llorosa, y su demoledor efecto bisturí. El modo en que por momentos aúnan fuerzas y sus voces se solapan es verdaderamente conmovedor. Nuevas historias de personajes errantes y solitarios. Banjo, mandolina, violín y percusión. Música devastadora de viejos punks enojados que, un buen día, se lanzaron a la carretera, solos y desenchufados. Y, por supuesto, siempre con el apoyo moral de Flicka, el perro de la foto de dentro, indispensable.