Little Patch of Sky
(Wild Frontier, 2018)
En el glosario de términos mineros del «Kentucky Coal and Energy Education Project», «drift» se define como un pasaje subterráneo horizontal que sigue la veta, que no se entrecruza ni la intercepta. Pero la veta hace tiempo que se agotó, fue el estigma de la región. Todo empezó ahí abajo, en la falta de oxígeno y los desmoronamientos. Después de treinta y siete años trabajando en las minas de Virginia Occidental, el padre de Lou Poster (líder de los Drift Mouth) se retiró, momento en que su hijo contactó con Brad Swiniarski (el secreto mejor guardado de Columbus, Ohio) para formar una banda y grabar un EP de «consumo privado», a lo Elvis cuando se le ocurrió grabar aquella canción para su madre, una especie de regalo de celebración para el señor Poster, no tanto por haberse retirado después de tantos años, sino más bien por haber sobrevivido (algo muy poco habitual en aquellos túneles). Y ahí dieron con la veta. Diez años después de aquel EP (con versiones como la de «Dark as a Dungeon», por supuesto, y algún que otro tema original), surgirían los Drift Mouth. Una banda de hijos y nietos del carbón. Muchos de aquellos abuelos prefirieron irse a luchar a Corea porque sabían que la zona de guerra, por cruenta que fuera, siempre sería mejor que bajar a las minas de los Apalaches. Música de eso, de preferir la sangre de las trincheras. Música de hijos y nietos de una región increíblemente hermosa, casi paradisiaca, pero violada y expoliada desde tiempos inmemoriales, sin miramientos; una región de hombres despiezados y jadeantes. Porque después del carbón vino la fracturación hidráulica y, así, cuando todo parecía indicar que la cosa podía inhalar y recuperar un poco el aliento, continuó impertérrito el curso emasculador de la explotación de recursos. Devastación económica, manantiales que llevaban funcionando más de cien años, repentinamente secos, y ríos con reflejos irisados a causa del derrame incesante de materiales radioactivos (ni se te ocurra comerte ese pez resplandeciente que acabas de pescar). En definitiva, el caldo de cultivo idóneo para el surgimiento del trash metal o el punk de los Apalaches en el que todos ellos militaron (unos cuantos años en la banda cowpunk Grafton, una formación básicamente «destroza-tímpanos») antes de calmarse un poco y derivar hacia el «americana oscuro» de este Little Patch of Sky, que es la etiqueta con la que los Drift Mouth prefieren definirse, oscureciendo de carbonilla un sonido que parece explotado a cielo abierto, un rock de escombrera que suena como si los Bottle Rockets acabasen de salir de la mina pestañeando al sol y tosiendo, pero sonriendo porque han regresado del infierno.