Bad News
(Graham Stone Music, 2019)
«Cuarenta y seis patrocinadores contribuyeron con 9.081 dólares para que este proyecto se pudiera realizar». Kickstarter, un avatar de la miseria de los tiempos escuálidos que nos ha tocado vivir. Mecenazgo sin el glamour de los Medici florentinos o los Montefeltro de Urbino, sin Papas ni reyes, muy de andar por casa mientras anda medrando la mierda en las grandes compañías (y superficies), todo muy de capa caída, eurovisivo y de reality show, con concentración excesiva de gonadotroprinas, mucha ovulación y mucha espermatogénesis (y así suena luego todo como suena, que como decía Woody Allen, le entran a uno ganas de invadir Polonia). Pero hay vida y esperanza en los márgenes (aunque haya que despejar mucha maleza). Graham McCune Stoll, escritor de canciones, músico y ser humano (por este orden), joven nacido en Manassas, pero residente en Richmond, Virginia, se lo toma muy en serio y, tras su primer álbum, Until the Day, que Ron Wray reseñó muy positivamente en la revista No Depression en julio de 2017, destacando sus letras y comparando su voz con la de James Wilson, de Sons of Bill (en los registros graves, en el énfasis oscuro), «canciones de Virginia» como él propio Graham (por Gram Parsons, según sus padres) responde cuando se le pregunta qué hace, ha tenido que recurrir al «crowdfunding» para sacar adelante su segundo disco. Objetivo de 9.000 dólares superado en un mes, y aún le sobraron 81 dólares para invitarse a unas cervezas y celebrarlo con la familia y los amigos. Porque la cosa va de eso, y poco más (que ya es mucho). Contar historias, así de sencillo (y así de complejo). Algunas canciones son sobre la gente de allí, otras sobre los sitios, otras son más bien perspectivas y otras una mezcla visceral de las tres anteriores. Así lo cuenta él mismo, que dice además que es mejor persona cuando escribe y hace música porque le ayuda a recordar para qué está aquí y qué sentido tiene tanta fatiga. Al final es una cosa de raíz. Intensamente personal y honesta. De compartir con los vecinos en el porche. Una cuestión de elección, de cómo involucrarse con el mundo que te rodea, aunque ese mundo se circunscriba a un pequeño rincón perdido de las montañas de Virginia que, a fin de cuentas, es el mundo entero, porque los sentimientos y los acordes son siempre los mismos, tanto aquí como en la China Popular, y de ahí nuestra vecindad, esa cosa de sentirnos muy bien recibidos en su porche (siempre que aportemos aunque solo sea un cartón de seis cervezas), cuando nos sentamos a escucharle. No en vano, «It's like the whole world's got the blues» es la frase de la canción que da título al disco («Bad News») que parece atravesar el resto de las canciones, un sentimiento que él mismo parece llevar tatuado en los huesos. Y la verdad es que todos andamos en esas.