Recuerdo que llovía casi todos los días y, los días que no lo hacía, la bruma cubría las calles y los edificios de ladrillo de la ciudad de BOSTON.
Recuerdo que dormíamos en el barrio irlandés de CHARLESTOWN, el más viejo de la ciudad. En casa de una señora que mucho antes de todo el rollo de Airbnb, nos alquilaba un cuarto con baño privado y, cada mañana, mientras nos preparaba el desayuno, nos hablaba de lo orgullosa que estaba de que ese año los NEW ENGLAND PATRIOTS hubieran ganado su primera SUPER BOWL.
Recuerdo ir a ver jugar a los BOSTON CELTICS contra los WASHINGTON WIZARDS, y cumplir el sueño de ver jugar en directo a MICHAEL JORDAN en un partido de la NBA, aunque no fuera con los BULLS.
Todas estas cosillas pasaban a comienzos de los años 2000, cuando yo era joven y viajaba en un autobús de la GREYHOUND por toda NUEVA INGLATERRA con la que hoy en día es mi exmujer.
Y aunque la serie CITY ON A HILL está ambientada a principios de los 90, no he podido evitar que todos estos recuerdos me vinieran a la cabeza con el comienzo del primer capítulo.
Ahora, en cuanto empieza el festival KEVIN BACON, imágenes fugaces de la peli FOOTLOOSE se han cruzado por mi mente y he pensado: ¡Madre mía, qué cambiazo el colega!
KEVIN está tremendo en su papel de agente del FBI farlopero, corrupto, bebedor y putero.
¡Sencillamente se sale!
Basada en una idea de BEN AFFLECK y producida por SHOWTIME, CITY ON A HILL tiene todo lo que nos gusta a los «flipaos» de las series.
Ritmo, oscuridad y buen guión para disfrutar durante 10 episodios, tumbado en el tresillo, con el aire acondicionado a toda castaña e hidratándose con una cerveza, como recomiendan los doctores durante el período estival.
Si no puedes irte de vacaciones o ya has vuelto, ni te lo pienses.
CITY ON A HILL es la mejor manera de esperar a que lleguen los PEAKY BLINDERS y la líen.