Country Supper
(Robert Connely Farr, 2020)
El mismo día que reseñamos por aquí el deslumbrante último disco de Jimmy «Duck» Holmes (Cypress Grove, 2019), producido por el bueno de Dan Auerbach para su sello, Easy Eye Sound (que cada día que pasa nos cae mejor), Robert Connely Farr nos escribió por privado para darnos las gracias. Nos dijo que le llevaba las redes sociales al viejo dueño del Blue Front Cafe, el último bluesman de Betonia, y que también era músico. Lo ignorábamos. Ya no. Ya nunca. Y la cosa ha sido como quien descubre un buen día que tiene un hermano, de cuya existencia nadie había hablado hasta entonces en la familia. La Autopista 49 fue la que finalmente propició el encuentro, allá por el condado de Yazoo, pero estaba claro que, tarde o temprano, nuestros caminos iban a cruzarse. Probablemente habríamos llegado hasta él a través de nuestro admiradísimo y querido Leeroy Stagger, que le produjo en 2019 el tremendo Dirty South Blues, un disco que, al igual que este que hoy reseñamos, no ha dejado de sonar en el granero desde que entró en el rancho. En muy poco tiempo nos hemos hecho con toda su discografía, incluyendo los discos (tres álbumes de estudio de larga duración y un EP) que grabó al frente de los Mississippi Live & The Dirty Dirty, según la BC Musician Magazine, «la mejor banda de rock sureño de Vancouver». Richard Amery los definió muy bien en la revista LA Beat: «Si los autobuses de gira de Pearl Jam y los Drive By Truckers' colisionaran de camino a un concierto de Neil Young en Nueva Orleans, el resultado sonaría más o menos a lo que hace esta gente». Ya me diréis, como para no hacerle unas lentejas y arreglarle una habitación en casa. El muchacho nació en Alabama y creció en la pequeña ciudad sureña de Bolton, en Mississippi, hogar de Charley Patton & The Mississippi Sheiks. Así que la cosa por algún lado tenía que contagiarse. Actualmente reside en Vancouver, pero cuando anda por Mississippi (cuando le da por «going down»), se le puede encontrar con toda seguridad en el Blue Front Cafe de Betonia, con su amigo y mentor Jimmy «Duck» Holmes, al que conoció en 2017 y que le enseñó el estilo bluesero de Betonia, un blues, como ya dijimos en nuestra reseña del 30 de noviembre de 2019, «etéreo, inquietante, hipnótico y rítmico, muy arenoso, sombrío y crudo, obsesivo y adictivo», el estilo creado por el viejo Henry Stuckey, de quien fuera alumno no solo el bueno de Jimmy, sino también Skip James y Jack Owens, tradición salvaguardada y perpetuada, jubilosamente (menos mal que hay gente de este calibre), por nuestro desde hoy Dirty Brother Deluxe, el hermano Robert Connely Farr. Bastará con decir que su música podría ser la banda sonora perfecta de cualquiera de nuestros libros. Los dieciséis temas de este Country Supper, el álbum que hoy nos ocupa, son hechizos hipnóticos con mucho Delta rural y mucho Hill Country Blues (el «hypnotic groove» de Fred McDowell, R.L. Burnside, Junior Kimbrough y compañía). Polvo, aguijón y un viejo amplificador Harmony de los años sesenta. Pero también rock’n’roll («Girl in the Holler») y country forajido («If It Was up to Me»). Un disco, por cierto, parido al límite: «En el periodo de tres meses en que estábamos grabando Country Supper, realmente no estaba muy seguro de si iba a sobrevivir. Había dejado de beber, pero acababan de operarme de urgencia por un cáncer. Al mismo tiempo, había viajado con mi banda a Mississippi, de gira, y la música que escuché allí, lo que aprendí con Jimmy y con R.L., resonaba en mi cabeza, se colaba en mi forma de componer y tocar, e incluso me ofrecía una perspectiva diferente de la vida. También acababa de leer una biografía de Charley Patton, y las escenas que pintaba de las fiestas que solía dar, llamadas “country suppers”, eran tan inspiradoras y, a veces, tan locas y violentas… Me recordaba a ese ambiente del Sur profundo, así que mi antiguo hogar apareció en mi música. Todo eso creó un relámpago emocional y creativo, y nos zambullimos de cabeza en él». Pura y simplemente, magia de Mississippi. El «Bad Bad Feeling» lleva sonando a todo trapo y en bucle en casa desde hace varios días. Los vecinos aceleran el paso al cruzarse conmigo en la puerta. No me dicen nada. Agachan la cabeza. Así es esta música. Música de haber andado regateándole cláusulas al diablo.