<< Mi hermano Fano me ha dicho que esta serie de gente que corre es estupenda >>.
Con esta frase y sin darle más vueltas a la historia, el primer día de resaca, en la última visita al rancho de mi compadre Lucini, nos pusimos a ver la primera temporada de Black Summer.
Y si en las series de zombis la cosa ya va de por sí de correr para escapar de los infectados, sin duda Black Summer se lleva la palma.
Sin concesiones, sin diálogos estúpidos y sin heroicidades que nadie se traga. Vamos, como si la movida fuera de verdad.
Ocho episodios en la primera temporada que nos dejaron sin aliento. Y eso que los que no paraban de aquí para allá eran los personajes en la pantalla, que nosotros estábamos tirados en el sofá como unos señores.
Se nos quitó la resaca de cuajo.
La segunda temporada ya la hemos visto cada uno por nuestra cuenta, Javi me avisó el otro día de que ya estaba en Netflix.
Sus palabras fueron: << Es grandiosa >>.
A ello que nos pusimos Marga y un servidor.
Del tirón los nuevos ocho episodios y es verdad, si la primera temporada es buena, la segunda es grandiosa e incluso yo diría que sublime.
La productora de Black Summer, The Asylum, es la que está detrás de las películas de Sharknado, no te digo más ná y con eso te lo digo tó.
Uno de los creadores, Karl Schaefer, junto con John Hyams, ha estado involucrado en la serie Z Nation que, aunque en otro tono, según dicen, de Black Summer es su precuela.
Yo no he visto Z Nation, pero ya me voy a poner a ello.
Así que, como vuestro abogado, os recomiendo que, si queréis bajar unos kilos para esta nueva operación bikini, cerveza en mano y con las posaderas bien plantadas sobre algo mullidito, Black Summer es, sin duda, el remedio antigrasa.