Si en nuestro bien amado país, en la época del cine del destape, la expresión «¡que vienen las suecas!» significaba que llegaban del extranjero unas señoritas rubias de muy buen ver y que no tenían ningún problema en ponerse en topless en nuestras soleadas playas, dejando al macho ibérico de pelo en pecho con la boca abierta y llevándose algún que otro coscorrón de la parienta por pasarse con las miraditas, en la actualidad, si nos diera por usar la susodicha expresión, un servidor, sin duda, pensaría en series de tv.
Diferente motivo, misma reacción, pero sin colleja.
De hecho, ha sido con la chavala con quien he disfrutado a saco de Dinero fácil.
Yo no sé qué tienen estas gentes del norte de Europa haciendo series que, desde que gracias a plataformas como Netflix, donde se puede ver Dinero Fácil, podemos acceder a sus historias, me tienen todo enganchado.
Que vale, que sí, que el cine del señor sueco Ingmar Bergman está muy bien, y que desde hace siglos hemos podido ver en las filmotecas de nuestras ciudades sus cosas de gentes del norte, pero ¿quién tiene ganas de rollos sesudos así, por la cara, para echar la tarde?
Es más, ¿quién coño tiene ganas de salir de su casa para ir al cine, cuando sabes que siempre te vas encontrar con algún graciosillo que no para de comentar la jugada de lo que pasa en la pantalla?
Además, como se puede ver en Dinero Fácil, no todos los suecos son rubios y tienen unas comeduras de olla existenciales del copón.
En Estocolmo, donde se desarrolla la acción de Dinero fácil, hay mazo de peña procedente de Somalia, Siria, Afganistán, Irán, Irak, Turquía… Y muchos de ellos son también suecos, bien porque son de primera generación o porque han conseguido la nacionalidad.
Esto es así, pese a quién le pese.
Dicho esto, Dinero fácil, demuestra que ganarse un buen dinero no es nada fácil.
Trapichear en las calles de Estocolmo es todo un curro, mantener el territorio, conseguir buenos suministros de droga, que no te pillen los maderos, te mantiene las 24 horas del día a tope.
Eso en lo que respecta a algunos personajes de la serie, hay otros que quieren triunfar en el mundo de los negocios de forma legal, y tampoco la cosa es que sea muy relajada.
En Dinero fácil estos dos mundos chocan y la trama se pone a cien.
Dos temporadas de 6 capítulos cada una y un sin parar, con un realismo y una crudeza muy de agradecer.
Ya para cerrar el blog, solo comentar que en lo que se refiere al vestuario, en la serie sale una colección de chaquetas de chándal «pa mear y no echar gota», algunas son un poco excesivas para que aquí un servidor se las ponga, pero hay otras…
Espero no volverme loco como en su día me pasó con las gorras o las camisas de cowboy.
El tiempo lo dirá.