Wreckage From The Fire
(Dr. Sam G. Records, 2022)
Hay un asunto. El asunto del bourbon. Aaron Skiles lo constató desde bien temprano: la mejor terapia para la tristeza y el ahogo, aun en la soleada Oakland, California, donde todo sonríe hasta el punto de que acaba resultando deprimente, después de un año en la Academia Militar de West Point y veinte años de experiencia como bajista en bandas de rock, desde Seattle hasta Baltimore, pasando por Nueva York y San Francisco, la mejor terapia, decía, es la música, claro, pero el bourbon tampoco hace daño. De ahí el nombre de la banda que decidió formar con su mujer, Rebecca Skiles, Bourbon Therapy. Pues bien, estos «Escombros del Fuego» que hoy reseñamos, es lo que ha quedado tras el desastre pandémico, lo que se ha podido salvar de las llamas. Bourbon Therapy, la banda de la bahía, al no poder salir de gira ni tocar en directo por los garitos de la zona, tuvo que echar el cierre. A Skiles no le quedó más remedio que replanteárselo todo, remodelar su modus operandi, ver lo que quedaba y qué podía cocinarse con los restos. Wreckage From The Fire documenta esos desvelos. El título es oscuro, comenta Aaron, y la imagen de la cubierta poco menos que premonitoria. Rescatar cosas del incendio, abordar el desastre, ver lo que ha dejado el vendaval tras su paso devastador entre los amigos, la vieja banda, la comunidad y el mundo. De repente, todo era ruptura y pérdida. Y, de nuevo, la música y el bourbon se pronunciaron como la mejor manera de procesar los sentimientos, el impacto emocional de tantísimo desastre. Así nace este, su primer disco en solitario, que no lo es tanto, lo de solitario, digo, aunque en un principio surgiese de un miedo y una desazón íntimamente personales. Porque cuando la cosa comenzó a tomar forma, no dudó ni un segundo en ponerse en contacto con un cómplice (otro elemento perfecto para la sempiterna terapia: música, bourbon y un buen cómplice), Matt Patton, de los Drive By Truckers, productor y propietario también del Dial Back Sound, un estudio de grabación sito en Water Valley, Mississippi. Se habían conocido al final de un concierto de los Drive By Truckers, en el Lyric Theater de Birmingham, Alabama; Aaron, que no es tímido, se acercó a él al verle entrar media hora después del bolo en The Nick, un club de la ciudad, y le habló de los Bourbon Therapy. Luego le enviaría unas cuantas canciones. Mike le dijo que si alguna vez necesitaba ayuda para grabar un disco, no dudara en llamarlo. Y eso hizo. Aaron cargó con sus bártulos y puso rumbo a Mississippi. Atravesó la América devastada. La banda que perpetró Mike Patton (que, aparte de producir, se ocuparía de tocar el bajo en las sesiones) no podía ser más potente. Al piano y los teclados, Jay Gonzalez, también de los Drive By Truckers; Taylor Hollingsworth, guitarra solista de Conor Oberts y de la Mystic Valley Band; A.J. Haynes, de los Seratones, para las armonías; y Bronson Tew, socio de Patton en el estudio, a cargo de la batería (y de la ingeniería). Congeniaron enseguida. A la semana, lo tenían. Con semejante plantel de francotiradores, no es de extrañar que el deje country de la «terapia del bourbon» desaparezca casi por completo –queda un cierto aromilla– para sonar a rock and roll puro y duro, directo y sin concesiones. Música de los escombros. Música de lo perdido y de lo rescatado. A veces fúnebre, rabiosa, pero en todo momento vigorizante, con ganas de seguir y de chillar. Aaron se había dado cuenta al escribir las canciones: aquello sonaba más a Social Distortion y a Weezer que a lo que llevaba haciendo hasta entonces al frente de los de la terapia. «Este álbum es todo mío, áspero en los bordes, un poco crudo y, definitivamente, duro. Las letras son más introspectivas y casi todas están escritas en primera persona, a diferencia de las de Bourbon Therapy, donde solía contar historias de otros». En cualquier caso, Matt Patton colaboró con su magia en seis de las ocho canciones que componen el disco. «Matt es un músico descomunal y un letrista increíble. Me ayudó a que las letras fuesen más impactantes, más memorables, simplemente mejores», y sí, es cierto, hay momentos en que el fantasma ineludible de los Drive By Truckers, despliega sus alas, esa contundencia sónica, casi épica, de sus temas más gloriosos. Y eso hace que la cosa despegue. En efecto, como reza el título del tercer corte: «un triunfo de tres acordes». Música, bourbon y un cómplice. Con eso basta. Con eso sale uno de donde sea. Con eso aguanta uno lo que le echen. Con eso se rescata uno mismo de sus propios escombros, se sacude el polvo de las perneras, saluda al vecino y tira p’alante.