LUKE WINSLOW-KING

I’m Glad Trouble Don’t Last Always

(Bloodshot, 2016)

Proceder por vía directa de los descendientes del Mayflower, criarse en la Iglesia Baptista de tu pueblo, formar una banda a los 14, irse de Cadillac (Michigan) a ritmo de bebop y acabar afincado de modo indefinido en Nueva Orleans porque por la noche, mientras duermes en un hotel de mala muerte, te roban el coche (con todos tus instrumentos) y te quedas tiradísimo y sin saber qué hacer, reuniendo fuerzas, planteándote volver o seguir, buscándote la vida como profesor de música y sonando a porche de madera destartalado en día húmedo de verano o a calle sórdida de detrás del Barrio Francés. Y así con cuatro discos, dos para el sello Fox on a Hill y dos para los exquisitos francotiradores de Bloodshot Records. Padecer desde el primer momento la etiqueta de «tradicionalista» y que vayan diciendo por ahí que lo tuyo es una amalgama de «música popular» y jazz colectivo improvisado con influencias del jazz de Nueva Orleans, blues del Delta, ragtime, folk americano pre-bélico, Béla Bartók, el Cuarteto de Cuerda nº12 de Antonín Dvořák y Woody Guthrie… pues muy bien, ahí queda eso. Y ahí podría haber seguido quedándose: acomodado en esa casilla que tanto gusta a los turistas de Bourbon Street, repitiendo el mismo disco una y otra vez para deleite de los cansinos. Yo he de confesar que decidí plantarme en el cuarto (que, por otro lado, fue con el que le descubrí). Tanto tradicionalismo, por muy honesto y bien que suene, acaba fatigando. Yo, al menos, siempre acabo intuyendo un vacío. Me pasa también con Pokey LaFargue. Discos que uno, al final, no pone mucho, a lo sumo (y a lo resto) música de fondo. Un avatar de la vieja música de ascensor. Postureo retro para hipsters con gorro (y poco más, aparte del gorro, digo). Pero entonces va Luke y nos sale con esta quinta maravilla. Disco con cubierta de cielo encapotado y «solitarísima» apertura de slide guitar en «On My Way», «A mí manera», en el que claramente se percibe que, ahora sí, en efecto, se ha dado un paso de gigante. Atrás quedan los discos de aseadísimo estilista, lo que viene ahora promete ser diferente, más auténtico, más profundo. Desde el primer acorde te asalta la reconfortante sensación de que, por fin, vamos a escuchar al verdadero Luke Winslow-King. Entre el cuarto y el quinto disco ha habido un divorcio, no solo del tradicionalismo (¡bien!), también de la que fuese su mujer y compañera musical, Esther Rose King (no tan bien, supongo), y el dolor resultante de esa resquebrajadura impregna y resuena en los nueve cortes que conforman este impecable I’m Glad Trouble Don’t Last Always. Ahora esta música sí que ensucia y duele. Ahora sí.