Everybody’s Brother
(Compadre Records, 2007)
Hay muchos, demasiados, «outlaws» de salón (que no de «saloon», pues somos muy forofos de los «barflies», aunque no sean más que eso, o quizá precisamente porque no son más que eso: tristes parroquianos de Fat City), mucho «honky tonk hero» fashion y de postureo que cantan a la legua, vamos, que son un cantazo, verlos da como vergüencilla ajena, son impostores, pueblan anualmente las galas del CMT (ese canal infernal en cuya entrada debería rezar la inscripción: «Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate», esto es «Abandonad toda esperanza los que entráis», como en el Canto III del Infierno de Dante), no lo han vivido, beben refrescos, piden disculpas y, como te descuides, le echan limón a la cerveza, votan siempre a los que tú ni apuntado con un rifle votarías y suenan exactamente a esa mierda: a cosa digerida y descafeinada, puro cuento. Y estarán de acuerdo conmigo en que nada puede sonar peor eso… Exactamente todo lo que no ha sido, no es ni será nunca Billy Joe. Porque tal y como él lo vivió y lo sigue viviendo, así lo canta y lo seguirá cantando hasta que le reviente el corazón, y si no te gusta, puedes irte al infierno (pero cuidadito con tocarle mucho las pelotas, ándate con ojo, porque si te tiene que pegar un tiro te lo pega, recuerda el incidente del Papa Joe's Texas Saloon de Lorena del 31 de marzo de 2007; luego no digas que no te avisé). Billy Joe siempre ha estado en la sombra, en un segundo plano, impredecible, crudo y honesto, pero fue quien lo inventó. La etiqueta y los derivados vendrían luego. Preguntadle si no a cualquiera de los que acudieron a sus canciones para darse verosimilitud y empaque. La lista es conmovedora: Johnny Cash, Willie Nelson, Waylon Jennings, Kris Kristofferson, George Jones, Bob Dylan, Elvis Presley… Ya lo dejó claro él mismo en la primera frase de su autobiografía (Honky Tonk Hero, editada por University Of Texas Press en el año 2005, una joya de libro, por cierto): «Ni siquiera había nacido aún cuando mi padre intentó matarme por primera vez». Cuando el borracho de su padre les abandonó y desapareció del mapa, Billy Joe se crió con su abuela y, de vez en cuando, acompañaba a su madre al nightclub de Waco donde trabajaba. Allí entró en contacto con la música country. En octavo dejó el colegio y se dedicó a recoger algodón. Estuvo en el ejército y fue cowboy de rodeo. Apenas llegaba a fin de mes y perdió dos dedos de la mano derecha trabajando en un aserradero. Con esa mano mutilada aprendió a tocar la guitarra. Se casó y se divorció varias veces de la mujer que amaba, Brenda Joyce Tindell. Tuvieron un hijo, Eddie. Hizo autoestop y llegó a Nashville, donde consiguió un trabajo de «songwriter» por 50$ a la semana. Waylon Jennings grabaría su mítico álbum Honky Tonk Heroes (1973) con canciones suyas. Su madre y Brenda murieron en 1999. Al año siguiente murió su hijo, Eddie (excelente músico), a causa de una sobredosis de heroína… Y todo eso se oye en su voz. Pues bien, este no es, ni con mucho, su mejor álbum. Pero lo hemos escogido porque se acerca la Pascua y se trata de un disco casi 100% «honky tonk gospel». Producido por John Carter Cash, contiene dúos con John Anderson, Marty Stuart, Tanya Tucker, Bill Miller, Kris Kristofferson y, gracias a la tecnología, con un Johnny Cash que ya llevaba cuatro años muerto en el momento de la grabación. «You Just Can’t Beat Jesus Christ», el tema que cierra el disco, es, sin duda, la guinda del pastel. Y nada mejor, en esta época de zombis y resucitados que es la Semana Santa, que este temazo, mano a mano con un Johnny Cash recatado de entre los muertos. Y es que da igual que creas o no creas (en lo que sea), porque si lo dice Johnny, crees y Santas Pascuas. «Praise the Lord guitar».