Solo he visitado una vez la que se dice que es la capital del amor, París. Y mi experiencia no se puede decir que fuera muy grata.
Para empezar, yo no quería ir, pero mi novia de aquel entonces insistía de tal manera que, al final, acabé gastándome los pocos ahorros que tenía en el viaje.
Irte de viaje cuando una relación está en las últimas para intentar arreglarla, es tan mala decisión como tener un hijo para salvar un matrimonio.
Bueno, igual aquí me he pasado un poco, porque cuando termina el viaje cada uno puede irse por su lado, y si hay un chiquillo de por medio, te vas a pasar el resto de tu vida teniendo que tratar con alguien a quien deseas perder de vista para pasar página.
Recuerdo que todo era carísimo, que olía mazo a mantequilla y que los franceses hablaban francés y yo no.
Ella, aunque no era ni es francesa, sí que hablaba el idioma nativo y se sentía a las mil maravillas relacionándose con la peña.
Un servidor solo pensaba en volver a casa para tirarse en el sofá a fumar porros y ver pelis.
Al protagonista de la serie Vermon Subutex aún le van peor las cosas y eso que el personaje es parisino hasta la médula.
La tienda de discos, Revólver, de la que era dueño, y que lo petaba cuando la gente compraba vinilos y escuchaba música que se hacía tocando instrumentos, tiene que cerrar porque ese rollo ya no se lleva.
Le echan de su piso por no pagar las facturas y comienza a deambular por los sofás de las casas de sus antiguos colegas de correrías, para comprobar que ellos sí se han sabido adaptar a los tiempos, cambiando la chupa de cuero por un traje de tres piezas y las ansias de la revolución underground por un trabajo en el que al final de mes te pagan.
Basada en las novelas de la escritora Virginie Despentes, Vernon Subutex consta de nueve episodios de unos 35 minutos cada uno y yo la he visto en Filmin, aunque he leído por ahí que también se puede ver en Netflix.
Muy recomendable para los que nos sentimos fuera del tiesto y para los que en su día lo estuvieron.