Nightroamer
(Abeyance Records, Thirty Tigers, 2022)
«Punk de honky-tonk», así lo categorizó Don Gonyea hace poco en una entrevista, y nos parece bastante acertado, aunque lo que hace Sarah Shook escape a toda categoría y desafíe cualquier cliché. En la misma entrevista dijo Gonyea que se podía imaginar perfectamente a Waylon Jennings o a Tanya Tucker tocando algunas de las canciones que componen este Nightroamer, el tercer disco de la «vagabunda de la noche», pero con la descarga guitarrera del indie rock más descarnado de finales de los noventa. «Un pie delante del otro. / Brisa árida del anochecer en medio de la oscuridad. / No sé a dónde me llevará este camino, / pero prefiero morir a volver a atrás […] / Siempre habrá alguien a quien echar de menos, / así que adiós desde Kansas. / Sabes que nunca seré libre, / me hicieron para ser una solitaria, / así que deja que la noche me engulla». Cuenta Sarah que escribió esta canción que da título al disco en un momento en que intentaba, sin éxito, dejar el alcohol. No sabía si sería capaz de seguir componiendo sobria. Eso era lo que más miedo le daba. Dejarlo y apagarse. Por aquel entonces, viajaba siempre con una botella de whisky en la mochila. Quería poner distancia, distancia literal, entre ella y el objeto de su lucha desesperada. Salió de un hotel de Hays, Kansas, a medianoche, y acabó sentada en un cementerio. Reinaba la calma y era verano. Hacía mucho calor y el chirrido de los insectos era escandaloso. Allí, sobre una lápida, escribió la letra del tirón. Al volver al hotel agarró la guitarra y parió la progresión de acordes y la melodía. Ella sabe muy bien, como canta en «It Doesn't Change Anything», que el diablo que llevas sentado al hombro es tu único amigo. Te habla claro. Te recuerda que todo lo bueno se acaba. No te engaña. «Dios ha muerto y el cielo está en silencio. / La muerte ha perdido su aguijón. / Nada cambia». A toro pasado, Sarah piensa, de broma, que, sin querer, perpetró una canción que no desentonaría en un disco de black metal. Ha salido de la burbuja, ha visto que el sol brilla y, por primera vez en mucho tiempo, tiene los ojos despejados y nos habla sin tapujos de su lucha con la depresión y la salud mental, y lo hace con la misma sensibilidad punk, política y queer de la que siempre ha hecho gala. En «No Mistakes» lo declara de un modo tajante: «no voy a cometer errores como la última vez». Angustia montañosa, lamento de barra de bar y culatazos. Viejas heridas y relaciones tóxicas. «Las promesas vacías solo son putas y sucias mentiras», esa es la primera frase que se escucha en el disco, un álbum que, al final, se vio retrasado por la pandemia y por los problemas que tuvo que afrontar su anterior sello discográfico, Bloodshot Records, con duras acusaciones de acoso sexual y lacerantes revelaciones acerca de regalías nunca pagadas a sus artistas. Por suerte, Sarah firmó a tiempo con Thirty Tigers y se fue a Los Ángeles a grabarlo, sobria y mano a mano con Pete Anderson (productor de Dwight Yoakam y The Mavericks). Pero hay que decir que la sobriedad no ha dejado el filo romo. Ni mucho menos. Tampoco es de las que sale a dar la tabarra y a decirte lo que tienes que hacer. Ella tuvo que dejarlo porque se estaba matando. Punto pelota. Tú no tienes por qué. Que cada cual se apañe como pueda. Ahora bien, la yegua salvaje sigue resistiéndose a la doma, puede incluso que con más perseverancia e inflexibilidad que nunca, intratable y deslenguada, maravillosa, lo deja claro desde el momento en que pisa el escenario: «si eres un gilipollas racista, un fascista o un homófobo, vas a ser tú el que se sienta inseguro en el concierto, no los demás». Y esto es innegociable. Porque aquí se pasa página, de acuerdo, pero no se olvida. Nunca fuimos ángeles, cierto, y tampoco pretendemos serlo a partir de ahora. Pero lo que está claro es que aquí ya no entra nadie que no nos guste. Nos seguiremos descrismando todas las veces que haga falta contra las paredes, pero las paredes las elegiremos nosotros. Esa es la consigna que subyace en la nueva Sarah Shook. Hay que seguir lanzándose al vacío sin red y, como ella misma dice en «If It's Poison», si la cosa acaba siendo veneno, ya nos daremos cuenta. Ahora, por lo menos, conocemos el antídoto. Y sabemos, después de muchas hostias, que, al final, hay solo dos opciones: «o lo amas o lo dejas». Así que no marees la perdiz. No pierdas tiempo en tonterías. Ten fe y nunca dejes de ser un perfecto extraño.