BOBBY BARE Jr.

a storm – a tree – an acoustic ep

(Acoustic demos, 2010)

Es verdad que te puede salir rana, como a Johnny Cash, con aquella espeluznante tentativa del hijo (lo de la hija es otra historia, nada que ver), John Carter Cash, que se sacó de la manga en 2003 el Bitter Harvest, un álbum que es un poco como lo que dice el título del mismo, una cosecha amarga, amarguísima, con la tipografía de CASH en bien grande, la misma de los discos de Rubin, por si cuela, una cosa poco menos que de juzgado de guardia). Pasa a diario. Lo vemos por las redes. Gente que lee mucho (es un decir), pero que no le presta, no le cuaja, y aun así siguen, dale que dale, porque es de suponer que no tienen un amigo, un vecino, una madre o una pareja abochornada que les diga: «Mira cariño, mejor lo dejas, no insistas, que luego en el supermercado me miran raro». Pero lo normal es que la cosa cale, a poco talento que haya. Y, claro, si eres hijo de Bobby Bare, vecino de Tammy Wynette y George Jones y, encima, Shel Silverstein anda un día sí y el otro también por la cocina de casa, lo complicado es cagarla. Él mismo lo dijo en una ocasión: «Mi padre es tres veces mejor cantante que yo. En cuanto la gente lo ve actuar se da cuenta de que yo solo estoy utilizando el diez por ciento de mi potencial genético». Aunque vaya genética, y vaya diez por ciento. La cosa se iría cociendo a fuego lento. De crío aparecería de vez en cuando cantando con su padre, pero no empezaría su vida profesional como músico hasta cumplidos los treinta. Hasta entonces se habría especializado en evitar a toda costa cualquier tipo de trabajo real. El caso es que cuando le dio, le dio por el ruido y, en los noventa (cuando correspondía) debutaría con su banda Bare Jr., que ficharía la discográfica Inmortal Records, que por entonces tenía en su catálogo a Korn y a Incubus. Ahí sacaron dos discos tremebundos, Boo-Tay (1998) y Brainwasher (2000), que fue por el que yo lo conocí, y ya desde entonces me convertí en forofo convencidísimo. Lo primero que llamó mi atención fueron sus letras, en efecto, ahí estaba la influencia de Shel Silverstein, el quimérico inquilino, el gran amigo de su padre, genio absoluto. Su banda, además, tenía un nombre magnífico: Young Criminals Starvation League (por la que pasaría gente de Lambchop, …And You Will Know Us by the Trail of Dead y de My Morning Jacket). Sacarían tres álbumes de estudio, un EP y un disco en vivo. Pero lo que nos interesa ahora es su primer álbum en solitario, Storm – A Tree – My Mother's Head (2010), al que pertenecen las cinco demos acústicas que hoy queremos destacar, y que Bobby Bare Jr. colgó hace unos meses en su perfil de Bandcamp para descarga gratuita (y ahí siguen, así que ya estáis tardando). Los cinco temas son gloria bendita. Una buena muestra de su genio como escritor. «Rock and Roll Halloween» es puro Bobby Bare Jr. y una de las canciones más felices (entendiendo felicidad como logro) que se han compuesto nunca (al menos para el que suscribe estas líneas). Cada verso es para enmarcar. Tremenda fiesta de disfraces (¿hay algo más atroz que una fiesta de disfraces?, bueno, eso es cosa mía, no hagan caso, sigo…). «Slash llega con una Madonna con sobrepeso, / se pide dos Bud Light y un vodka de arándanos. / Marilyn Monroe baila sucio con Darth Vader, / James Dean pega la hebra con una imitadora de Cher. / Atlanta, Georgia, Atlanta Georgia, Fiesta Halloween de Rock and Roll. // Bebiendo con las Dixie Chicks de Nashville, Tennessee, / la gorda me esta tirando los tejos. / Eduardo Manostijeras se cabrea, batallando con la máquina de tabaco. // He visto cosas que espero que jamás de los jamases tengas que ver. / Vi a Elvis, morreándose con Jesucristo en una limusina amarilla, / enfermera prostituta, policía prostituta, por favor, por favor, baila conmigo. / Monja embarazada, novia embarazada, un tío embarazado me calzó una buena hostia. / Solitaria tú, solitario yo, bailando borrachos en Halloween.» Y todo así. Como ese comienzo maravilloso de «Don't Go to Chattanooga»: «No quiero ir a Chattanooga, / Quiero quedarme aquí contigo. / No quiero ir a Chattanooga, / el juez dice que no me queda otra…». O las frases geniales de «Sad Smile»: «Soy el chicle que se ha quedado pegado a tu pelo, / lo que te hace sonreír, a mí me entristece». Y todo a calzón quitado, solo con la guitarra. Un regalazo. Gracias, amigo.