Roll It Out
(New West Records, 2024)
Una de dos, o Howe Pearson ha estado hablando con mis amigos y familia próxima, o Howe Pearson soy yo. No hay otra explicación. Porque «Go Out Tonight», el décimo corte de Roll It Out, el último y cuarto álbum de los Deslondes, es, literalmente, la historia de mi vida, cuenta y canta, entomológicamente, mis noches. Claro que también puede ser que con quienes haya hablado sean tus amigos, tu familia, o que Howe Pearson seas tú, porque a más de uno conozco yo que hace o vive lo mismo. Y puede que en eso radique la clave, que ese sea el secreto de toda gran canción, que parezca estar hablando de uno mismo, ya viva uno aquí, en Oklahoma o en la China Popular. A continuación, reproduzco la letra entera, que no es muy larga, para que tú me entiendas o para que tú te entiendas (métele a la lectura, eso sí, un acordeón, y si puede ser Jeff Taylor quien lo toque, pues mejor). «No quiero salir esta noche. No quiero salir esta noche. No quiero tener que andar preocupándome de mi aspecto. Quiero quedarme en casa leyendo un libro. No tiene nada de malo quedarse en casa. No tiene nada de malo estar solo. Así que, ¿qué hago apagando la luz? ¿Qué hago saliendo? No quiero hacer cola. No quiero estar todo el rato diciendo «Hola». No quiero ser ese tío que se pasa todo la noche hablando siempre de lo mismo. Tengo trabajo pendiente. Sabía que acabaría hablando contigo. Y ahora estás dándome consejos. ¿A cuento de qué habré salido? // Pero la banda se ha puesto a tocar y me siento de lujo. La misma historia todas las noches.» Soy yo, y lo mismo también eres tú, en casa, leyendo, resistiéndote a salir, pero saliendo. Y, por extrañas sincronías, resulta que lo que ando leyendo ahora es un cuento de Vonnegut, «Las hormigas petrificadas», incluido en el libro Mire al pajarito (por aquí editado por los vecinos del Sexto Piso), del que Dave Eggers dice que no hay experiencia más gratificante y, en efecto, leer a Vonnegut es eso, nada hay ahí afuera mejor, así que ¿para qué salir?, y en el cuento sucede que unos mirmecólogos rusos encuentran en una mina de uranio unos fósiles que demuestran que en un estadio primigenio, muy primigenio, las hormigas, antes de involucionar hasta la lúgubre e instintiva forma de vida de las hormigas del presente, vivían en casas, tocaban el contrabajo y leían libros, se quedaban en casa leyendo, preferían quedarse en casa leyendo, tampoco les agradaba hacer cola ni saludar a todo el mundo, pero luego aconteció vaya usted a saber qué ignominiosa catástrofe, se volvieron gregarias, empezaron a salir por la noche y a pegar la hebra con otras hormigas y así se quedaron, un poco en lo que vamos quedándonos también nosotros, la selección natural en su estado más escabroso, la supervivencia de los más fuertes que, obviamente son los que no se quedan en casa leyendo (ni siquiera a Vonnegut), así que puede que, tanto tú como yo, seamos un poco esa hormiga al límite de la hecatombe (¿la hormiga atómica?), y puede que Howe Pearson sea también esa hormiga, porque al final nos adecentamos un poco y salimos a desprestigiarnos, aparcamos el libro y nos lanzamos a la calle y hacemos colas y decimos «Hola» a la gente, y al final hasta nos lo pasamos bien, y nos jode. Como en «Old Plank Road», la segunda canción de Dan Cutler de este disco, nada nos puede gustar más que ir a donde el sol nunca brilla, a «ese bar en el que la gente nunca sonríe», a tomarnos un par de cervezas con total parsimonia, parsimonia de hormiga de las de antes, de las que no salían, «y puedo aguantar un rato escuchándote». Y qué reseña más extraña me está saliendo, solo para decir que qué grandes son The Deslondes, los cinco Deslondes (como se bautizaron después los Tumbleweeds de Sam Doores y Riley Downing, esa banda de «blues espeluznante del Dust Bowl», en homenaje a la calle Deslonde, del barrio de Holy Cross, en Nueva Orleans, donde se juntaron por vez primera), de los cuales uno de ellos ya ha pasado por este blog hace tres años (Downing) con su disco en solitario (Start It Over, 2021) y el otro aún no, pero me lo apunto (porque el álbum de Sam Doores en solitario también es oro Dupont). Los de la web Pitchfork definieron muy bien su sonido: «Cuando los Deslondes abren el álbum homónimo con el que salieron a la palestra con una línea ambulante de piano tocada muy muy muy al lado izquierdo del teclado, no están pergeñando únicamente un ritmo que suena absolutamente personal y distintivo en el año 2015, sino que engloban y transmiten toda una historia de la música popular que va desde el rhythm and blues de Nueva Orleans, pasando por el rock primitivo de Memphis y el country del Lousiana Hayride hasta todas las bandas de pick-up jazz que han actuado desde siempre en la calle Royal». También tiene su cosa de folk de vagabundos y de punk costroso, y entre sus referencias principales nunca faltan Fats Domino, Allen Toussaint, George Jones y The Band, dependiendo del día e incluso de la hora del día. Suenan a milagro, simple y llanamente. Es como leer a Vonnegut. Como decía Dave Eggers que era leer a Vonnegut, una experiencia «impecable y gratificante». Grabado, para más inri, por Andrija Tokic (al que consideran el sexto miembro de la banda) en el Bomb Shelter de Nashville, de dónde están saliendo, por cierto, los mejores discos de los últimos años. Y culminan, además, con una versión del «Drifter'w Wife» de J. J. Cale. Como para quedarse en casa leyendo y no ir a ese bar en el que nadie sonríe menos tú, por dentro, porque sabes que en casa te espera tu libro (y, con un poco de suerte, su risa), y apagarte la sed a base de cerveza hasta extinguirte.