Psycho. The K-Ark and Allstar Recordings 1962-69
(Bear Family Records, 2013)
Hace un par de años, al reseñar el Stone By Stone (2022) de Ian Siegal, destacábamos la versión fría y escalofriante del «Psycho», de Leon Payne, el tema que en su día acometiera el oscuro Eddie Noack, a quien nos referíamos en aquellas mismas líneas como: «ese cantante fascinante que ha pasado a ser la más extraña nota a pie de página de la historia de la música country», para a continuación, entre paréntesis, añadir: «algún día le dedicaremos unas líneas». Pues bien, ya va siendo hora de formalizar el compromiso adquirido en aquel paréntesis, para que la cosa no se quede meramente en eso, en un paréntesis, en una nota a pie de página, y luego no vaya nadie por ahí diciendo que en esta casa no cumplimos nuestras promesas. Gran parte de la culpa del resurgimiento (más bien rescate) de «los clásicos dementes» del «compositor y héroe de culto de la basura», hemos de atribuírsela a Bob Dylan, quien, el 24 de enero de 2007, tuvo a bien sacarlo del arcón y desempolvarlo en la emisión de su siempre nutricio programa «Theme Time Radio Hour», pinchando el «Take It Away Lucky», que luego se incluiría en el primer CD del recopilatorio que hicieron del susodicho programa y que saldría al año siguiente en Ace Records. Antes de pincharlo, Bob Dylan lo presentaba de esta manera: «Eddie Noack, un intérprete y compositor, natural de Houston, Texas, que grabó para el sello Starday. Quiso ser periodista. Pero periodistas tenemos de sobra, y lo que escasea es la gente capaz de cantar y componer como Eddie Noack. Eddie grabó la canción «Psycho», escrita por Leon Payne, un tema sobre un asesino en serie, y, como era de esperar, nunca llegó a medrar en las ondas, pero acabaría convirtiéndose en una canción de culto, del mismo modo que el propio Eddie Noack». En efecto, Eddie Noack se graduó en periodismo en la Baylor University, pero en 1947 ganó un certamen de nuevos talentos y, de la noche a la mañana, se vio convertido en cantante de música country, grabando una versión para Gold Star del «Gentlemen Prefer Blondes» que le hizo meterse de lleno en el ajo. Luego iría saltando de sello en sello, con escasa fortuna, hasta desaparecer del mapa. El caso es que siempre estuvo ahí. Hubo un tiempo en el que no había un solo disco de George Jones que no incluyese una canción de Noack, de hecho, llegaría a hacer un álbum solo de canciones suyas. Las grabaciones que perpetró Noack a mediados de los años cincuenta se encontraron siempre entre las favoritas de los forofos del honky tonk de Texas (la gente maravillosa de Bear Family Records, el sello alemán, unos años antes de editar el recopilatorio que hoy acentuamos, sacó otro de tres CDs con los singles de aquella época –y demos, y falsos comienzos, y charloteos de sesión—, el exquisito Gentlemen Prefer Blondes, con su goloso libreto de 104 páginas, marca de la casa –alabados sean los alemanes–, y más de 231 minutos de gloria), pero serían los psychobillies, en los ochenta, los adoradores del trash, quienes resucitarían de entre los muertos esas dos joyazas loquísimas: «Psycho» y «Dolores» (incluidas ambas en este segundo recopilatorio, complementado suculentamente con las ilustraciones de Reinhard Kleist, el creador de tebeos alemán responsable de esas tres historietas —nos negamos a llamarlas «novelas gráficas», como hacen los cursis— sobre las vidas de Johnny Cash, H. P. Lovecraft y Nick Cave), dos canciones escritas desde la perspectiva de un psicópata asesino en serie. Los seguidores de los Cramps y los Meteors, se volvieron majaretas. Más oscuro no se podía ser. Y así empezó el culto. Pero para ese entonces, Eddie Noack ya estaba muerto (siempre vivió lo que predicaba, no como otros, que cantas de oídas, y su vida de «hardcore honky tonkin’», de tarambana, para entendernos, le acabaría costando la vida). Este disco también contiene temas osadamente anormales, como «Invisible Stripes», «Prisoner Of War» y «The End of the Lines». O esas tres preferidísimas mías, «Beer Drinkin' Blues», «We Are the Lonely Ones» y «Sleeping Like A Baby (With a Bottle In My Mouth)». Puro country, como dijo él mismo cuando quisieron apropiárselo los rockabillies. El hillbilly más bizarro de todos los tiempos. Y, para acabar, añadiremos que esta reseña nace asimismo con voluntad de gesto de gratitud inmenso a la gente de Bear Family Records que, al menos en mi educación sentimental, ha sido igual de importante, si no más, que los tebeos de Daredevil, los libros de Alianza de Bolsillo, los blockbusters de los ochenta y la editorial Anagrama de los primeros tiempos. Va por ustedes.