JASON ISBELL & THE 400 UNIT

Live from Alabama

(Lightening Rod Records, 2012)

Por aquí no somos muy de álbumes de conciertos. Claro que hay gloriosas excepciones (pocas). Hay directos insustanciales, perpetrados meramente para hacer caja, para cubrir una época de mala cosecha, de apagón o de divorcios sonados y asfixiantes, para recordar a la gente que sigues ahí, más o menos en forma, dando el cante, y, ya de paso, arruinar al fanático de turno, que, como es de recibo, los querrá tener todos (oírlos ya es otro asunto: los forofos de Dylan y Neil Young saben muy bien de lo que hablo), aunque sean iguales, de la misma gira, de la misma semana (mira, en este del miércoles, a diferencia de en el del lunes, parece que Eddie Vedder desayunó fuerte y durmió algo mejor, y en el del viernes se conoce que en el viaje salieron por el desvío que no era y llegaron con apuro)… Pero, por fortuna, están los directos que, involuntaria o capciosamente (cuando se intuye que la cosa puede echar chispas), se convierten en otra cosa. Ahora que faltan unos días para que salga el segundo volumen (inesperado, y puede que innecesario) del directo en el Ryman, cuyo primer volumen (y suponemos que también este) sonaba a gloria, eso sí, pero que no tiene más valor documental que el de comprobar cómo suena su nueva formación y el hecho de haber sido grabado en un lugar mítico que supone, entre otras cosas, la consagración definitiva de Isbell dentro del cotarro del country, es de recibo recuperar este otro, Live from Alabama, el que fuera su primer álbum en directo tras abandonar a los Truckers (descontando el EP de 2008, Live At Twist & Shout 11.16.07), sencillamente, porque es grandioso. Ya no es solo que suene bien (qué menos), es que, además, captura un momento mágico, una atmósfera de suceso irrepetible que se percibe a lo largo de todo el concierto, con una playlist concebida casi con la voluntad narrativa de una novela (siempre he dicho que si este disco fuese un libro, ya hace tiempo que lo habríamos sacado con tapas negras e ilustración de El Ciento). Live from Alabama es, en efecto, un disco de vuelta a casa. El año anterior había sacado el Here We Rest, su tercer álbum de estudio, segundo acreditado con los 400 Unit, que se abría con el tema «Alabama Pines», hoy casi un himno en su repertorio. Y es casi imposible que no se te empitonen los pezones y se te salten las lágrimas (aun siendo un españolito de pro y, para más inri, de ciudad, o qué se yo, un alemanito también de pro, pongámosle, o un japonesito), en el momento en que entra a matar con el estribillo, y el público rompe a gritar y aplaudir: el hijo pródigo ha vuelto a casa, después de arduas batallas (no todas victoriosas, poco después de este concierto, antes de volver a meterse en el estudio para grabar su siguiente álbum, Southeastern, Isbell entraría en un programa de rehabilitación del que saldría diciendo aquello de: «Esta vez me gustaría acordarme de todo», refiriéndose a la grabación del susodicho nuevo disco, que le produciría Dave Cobb): «Que alguien me lleve a casa / a través de esos pinos de Alabama», con guitarra eléctrica sustituyendo a la acústica de la versión de estudio. La vibración que se transmite es estremecedora. Ahí está ocurriendo algo (allí, en Alabama, y también aquí, en tu casa), y ha sido astutamente capturado. La tensión se mantiene durante los cinco minutos del «Outfit» y los más de siete del «Cigarettes and Wine», para volver a desbordarse con la primera frase de «TVA», que vuelve a ponerte el pelo de punta al sentir la reacción del público (no estará de más recordar que el concierto, está siendo grabado en el Workplay de Birmingham, Alabama): «Me crie a dos horas al norte de Birmingham / Mi padre y yo solíamos ir a pescar cerca de la presa Wilson / Me contó un montón de historias, de Camaros y J. W. Dant / Cuando me hice mayor dejé de ir con él / y ahora papá no puede». Su padre es el padre de todos. Eso ha ido directo al corazón. Live from Alabama es el típico disco con el que uno, aun no siendo de allí y sin tener ni puñetera idea que J. W. Dant es una marca de whisky que se lleva destilando en los cerros de Kentucky desde que Joseph Dant, nacido en 1820, se pusiera manos a la obra al cumplir los dieciséis, aun no siendo de allí, decía, es el típico disco que te hace pensar: «Ojalá hubiese estado allí ese día» (17 y 18 de agosto de 2012). Los pinos de Alabama, que ya me ponen la piel de gallina aquí, en la calle León de Madrid (con un árbol muerto en el balcón), me habrían aguado los ojos lo mismo que a cualquier paisano de aquellos bosques. Jason Isbell, evidentemente, era muy consciente de dónde iba a darle al botón de REC en la gira. Y domina la narrativa del concierto de un modo magistral. Es un disco con «duende», sin duda, cargado de emoción. Y, además, termina con una versión majestuosa (siete minutos, trece segundos) del «Like a Hurricane» de Neil Young. Gigantesco todo.