Borned In Ya
(Mae Music & Thirty Tigers, 2024)
Le pidieron que se presentara a sí misma para el noviciado (buena manera de ahorrarse el trabajo, el plumillas de turno, que ya ni eso) y esto fue lo que dijo: «Escribo mis propias canciones, canto, toco el contrabajo y estoy especializada en géneros musicales antiguos, como el old-time country. Mis temas tiende a reflejar influencias de la música que se hacía entre las décadas de los treinta y los cincuenta». Y la cosa suena tal cual. Ya lo dijimos cuando reseñamos su Daddy's Country Gold (2020), que parecía una grabación remasterizada de alguna artista de los años cuarenta o cincuenta, Kitty Wells o Billie Holiday, esas diosas. No suele pasar. Que uno suene a lo que dice que suena. Muchas veces (sobre todo entre los mediocres), se reviste uno de influencias prestigiosas, por si cuela. Y luego, claro, suena uno como suena, que lo oyes y te entran ganas de invadir Polonia. Ahora hay una por ahí que no se cansa de citar a Margo Price como máxima referencia cada vez que concede (o, quizá, más bien mendiga) una entrevista. La verdad es que le presta poco, o no le nutre. Y a la postre es puro traje de lentejuelas. Como si Santiago Segura fuese por ahí diciendo que su maestro siempre ha sido Ernst Lubitsch. Pues mire usted, no. Pero Melissa Carper no tiene necesidad de tales afeites. Eso, o te nace, o no te nace. También se pude adquirir, con un poco de esfuerzo y empeño japonés (mira tú el salero quirúrgico que se dan con el flamenco). En la canción que da título al disco, Melissa Carper lo afirma rotundamente: no puedes ni hablar, ni cantar, ni tocar así, a no ser que hayas nacido con ello y lo lleves en los huesos. También es cierto que se puede hacer nacer luego: «Tienes que escuchar a Hank Williams hasta que te nazca de dentro. / Tienes que escuchar a Leadbelly hasta que te nazca de dentro. / Tienes que escuchar a Hazel Dickens hasta que el alma te brote de los huesos, de la sangre y de los huesos.» Dice que su madre lo cantaba y se lo inoculó. Dice que su padre le ponía aquellos discos viejos (el «Country Gold» del disco que reseñamos en marzo de 2022) y que se acordaba de verlo llorar al ponerlos, al escuchar aquellos sonidos desbordantes de alma. Y no es cosa de modas, de ser hoy country y mañana lo que toque, no es cosa de un día o una época. Hay que vivirlo a diario, hay que serlo. Y Melissa Carper, jubilosamente, lo es. No puede evitarlo. Es genético. Trabajo duro y obsesión con lo que amas. Entrega máxima. Sin concesiones. Sin fuegos fatuos. Y, al final, no hay nada más punk ni más auténtico. Normal que Sierra Ferrell haya querido sumarse a la fiesta, prestando sus voces para el «That's My Desire». La Ferrell también viene de ahí, y le da igual todo. Y Melissa Carper no tiene empacho en decir que es su cantante favorita de la actualidad. Dios las cría y ellas se juntan. Y hacen música de gramófono. Música ocre, pero totalmente fresca e innovadora (sin pretenderlo, les sale solo, quizá lo innovador se evidencie solo en las ideas líricas, en las letras, o, como dice ella: «en la expresión personal del dolor y el crecimiento, que espero que sea transmisible y llegue a la gente, y en la combinación de estilos que tanto adoro»). Grabar de nuevo en el Bomb Shelter de Andrija Tokic (que, asimismo, comparte las labores de producción con Dennis Crouch) abunda en esta fórmula de actualización de los viejos estilos. También coescribe tres canciones con Brennen Leigh (compañera de aventuras en la carretera, junto con Kelly Willis, en las giras de The Wonder Women of Country). Cuando no graba o canta, vive en su granja con su Whippet-Mountain Cur, probablemente no de raza pura, Georgia Peach, la perrita que sale en la fotografía de la contra del disco y a la que hace referencia en «Your Furniture's Too Nice», cuando dice eso de «tus muebles don demasiado bonitos para mí y mi perra». Puro Texas Swing. Honesto, sincero y radical. Exquisitez máxima. Como sentenciaron en el American Songwriter: «La Reina Contemporánea del Western Swing». La Billie Holiday Hillbilly, como la ha definido el mítico Chris Scruggs (que ejerce de guitarrista en el disco). «No es viejo, no es retro, es simplemente auténtico» (Country Music People). Y punto.