WILLIAM S. BURROUGHS JR. EL HIJO MALDITO DE «EL ALMUERZO DESNUDO»

(artículo publicado en la revista CÁÑAMO)

«No te detengas, Billy, algo se mueve / estamos zapateando por ti».

«Peyote Billy», de ANNE WALDMAN (fragmento de magia compasiva por la vida de William Burroughs Jr.)

Joan era una joven estudiante de periodismo, amiga de Kerouac (la Jane de Los subterráneos y de En el camino). William se había mutilado la mano, había trabajado de exterminador en Chicago y había sido arrestado por falsificar recetas de narcóticos. Noches con música de Charlie Parker y Theolonious Monk en el West End Bar y en el 419 de la calle 115 Oeste, en pleno Upper West Side de Nueva York, el apartamento de Joan y punto de encuentro de la Generación Beat. Gente abatida. Ahora vivían en Texas. Se habían casado. Cultivaban marihuana. Ella inhalaba bencedrina, él se chutaba heroína y ambos bebían como cosacos. Sexo poco y malo. Varios episodios psicóticos. Ella tenía una hija de un matrimonio anterior, se llamaba Julie, «diminuta bailarina desnuda […] repleta de sonrisas». Luego nació Billy (1947) y a los dos años se fueron todos a México, huyendo de la ley (algo a propósito de unas cartas interceptadas por la policía de Nueva Orleans en las que Burroughs habla con Ginsberg de un cargamento de marihuana). 

Y así llegamos a la mañana en que D.F. amanece con el titular: «Quiso demostrar su puntería y mató a su mujer». Fue la noche del 6 de septiembre de 1951, en casa de John Healey. Llevaban toda la tarde de juerga en el Ship Ahoy (bar mencionado en Yonqui y Marica, en el 122 de la calle Monterrey) y, cuando les echaron, John propuso continuar la fiesta en su casa. Burroughs tenía una Star calibre 380 y quiso demostrar su célebre puntería jugando a Guillermo Tell con su mujer. Llevaba disparando desde los ocho años. Unos dicen que falló, otros que dio en el blanco. Ginsberg llegó a sugerir que Joan corrigió su postura para ir al encuentro de la bala. Quería morir. Por su parte, Billy contaría que fue testigo de todo. Estaba al lado de su madre y sus sesos le salpicaron la cara. Pero Burroughs siempre dijo que se lo inventó. Que él y Julie estaban en el apartamento de unos amigos. Como si el hecho de haber estado o no cambiase en algo las cosas. Él la mató. Punto. 

Tras el «incidente», Burroughs fue condenado a un año por «imprudencia criminal». A los trece días se dio a la fuga y se marchó a las selvas del sur en busca de la ayahuasca. De Julie nunca se volvió a saber (suerte para ella). A Billy lo mandaron con sus abuelos a St. Louis. Quedó un nicho olvidado en México, cerca del metro Tacuba, en el que aún hoy puede leerse: «Joan Vollmer Burroughs, Loudonville, New York, 1923, México D.F. Sept. 1951». 

En la introducción a Marica, Burroughs confiesa que jamás habría sido escritor sin la muerte de Joan: «[…] la muerte de Joan me puso en contacto con el Invasor, con el Espíritu Feo, y me embarcó en una lucha de toda la vida, en la que no he tenido más remedio que buscar la salida escribiendo». Billy, en Maldito desde la cuna (obra póstuma, compilada por David Ohle, autor de la mítica Motorman), nada más empezar, rememora en una cita una vaga escena familiar y el modo en que, después, todo se desmoronó: «[…] un agujero de bala en su cabeza, padre pálido, mano temblorosa mientras prende la bolita de algodón en la parte trasera de un barquito de juguete en una fuente de Ciudad de México. El barquito traza círculos delirantes mientras los álamos se estremecen y nuestros destinos independientes quedan cercenados, él al opio y a la fama, cargando con la culpa y la vergüenza. Y yo, el hijo destrozado de El almuerzo desnudo, a las playas doradas y a las promesas de éxito». Aunque muy poca playa dorada y muy poca promesa de éxito. Apartamentos sucios, eso sí, reformatorios, baretos, quirófanos, clínicas de desintoxicación y un par de novelas publicadas (Speed y Kentucky Ham) que todo el mundo, por agravio comparativo, probablemente sin leerlas, calificó de malas (no lo son). Billy leyó a Ginsberg (su padrino), a Corso, a su padre y a Kerouac con una contradictoria sensación de déjà vu. Como si acabase de perder un barco. «Y había una fiesta a bordo; podía oír la música mientras se alejaba». Sus treinta y cuatro años de vida caben en un párrafo sin literatura de un informe médico. Es «el señor A» que aparece en un artículo del American Journal of Psychiatry de agosto de 1979: «El señor A, varón alcohólico de 30 años, ha llevado una vida caótica desde que su madre murió a la edad de 28 años cuando él tenía 4. Su padre solo estuvo disponible de un modo esporádico y la relación del señor A con él ha sido inconsistente. El alcoholismo del señor A resultó en una enfermedad hepática irreversible para la que el único tratamiento pareció ser un trasplante de hígado». Y eso cuando los trasplantes de hígado aún eran quimeras… «Creo que los libros de Billy son muy, muy buenos» afirma John Waters en el documental William S. Burroughs, The Man Within. «Tenía muchísimo talento. Pero cuando lees ese último libro, Maldito desde la cuna, y descubres esa vida herida tan terrible… Así que si lo que me estás preguntando es si William fue un buen padre, la respuesta es muy simple: No».

Un hombre al final de un pasillo, cerrando una puerta, envuelto en una nube de humo de cigarrillo. Poco más que eso fue Burroughs para su hijo hasta que cumplió los dieciséis. Entre 1951 y 1961 solo se vieron tres veces. Sus abuelos le convencieron de que su padre era un explorador (por entonces andaba inmerso en la búsqueda del yagé: «28 de febrero de 1953. Hotel Niza, Pasto. Querido Allen: Voy de regreso a Bogotá sin haber conseguido nada. Me han timado los chamanes (el más incorregible borracho, mentiroso y vago del pueblo suele ser el chamán), me han metido en la cárcel y me ha dado el palo un buscavidas local. […] Finalmente caí víctima de la malaria […]»). No obstante, cuando Billy cumplió los dieciséis, Burroughs hizo un último intento de amor paternal y se lo llevó a Tánger. Mala idea: kif, dulces de hachís, majoun y dos o tres amigos que intentaron follárselo. Tánger, mito y paraíso perdido. No es de extrañar que Mohamed Chukri acabase detestando a toda aquella lamentable legión de escritores anglosajones (Paul Bowles, Truman Capote, Gore Vidal, Tennessee Williams, Allen Ginsberg…) que recabaron en la ciudad en busca de su mágico exotismo: «Todo aquel que llega a Tánger quiere ser su rey Shariar y convertir a la ciudad en su Sherezade». Básicamente un burdel: jovencitos dispuestos a dejarse encular por un plato de sopa y droga muy barata y accesible. Chukri recuerda a Burroughs en Tánger «como uno de esos personajes de western que llega a una ciudad en la que es forastero». Detestaba a los tangerinos, no se fiaba de ellos, nunca salía de casa sin su navaja o su pistola. Escribía El almuerzo desnudo en la azotea, como un poseído («había un acumulador de orgón en el pasillo de arriba en el que mi padre se sentaba varias horas seguidas fumando kif para luego salir corriendo y atacar su máquina de escribir sin previo aviso»). Y Billy dejado a su suerte. «Me dediqué a vagar por los acantilados con mi pipa y cien gramos de hierba sin adulterar […] Me sentaba en los árboles que crecían en los acantilados y fumaba hasta que me sentía incapaz de volver a subir. Esperaba un rato y luego caminaba por las callejuelas […]. Iba a los cafés, al cine, a las playas, pero no pude llegar a entender lo que iba mal hasta que una noche Ian vino a mi habitación y me dijo que lo que me pasaba es que deseaba irme a casa». 

Luego ya todo fue caída, reproches y distancia. Jamás volvería a recuperarse la conmovedora intimidad que detectó Ginsberg cuando el niño era apenas un bebé. «[…] Vino Bill y se sentó a su lado, lo miró y el crío lo miró a él con una expresión muy seria, los dos allí mirándose, comunicándose de un modo de lo más normal e íntimo […] la calma con que Bill se asomó a los ojos de su hijo y la tremenda confianza con que su hijo le devolvió la mirada […]. Todo tan sublime y tranquilo. Me asombró ver a Bill tan sosegado. Sobre todo me resultó asombroso ver a Bill intimando tanto con alguien». Esa intimidad la reservaría Burroughs después solo para sus gatos. Y elaboraría toda una teoría para justificar su desapego. En El Trabajo le dice a Daniel Odier que la familia es uno de los principales obstáculos para el progreso humano. Hay que quitarles a los padres biológicos los niños en cuanto nacen y criarlos en guarderías estatales. Sin familia. En ese rechazo a la familia hay «gato encerrado». The Cat Inside comienza diciendo: «Estoy preparando el equipaje para hacer una visita relámpago a Nueva York y hablar con Brion [Gysin] sobre mi libro de gatos. En el salón donde dejo los gatos, Calico Jane está amamantando un gatito negro. Cojo mi maleta. Parece pesada. Miro en su interior y veo sus otros cuatro gatitos. “Cuida bien de mis bebés. Llévalos siempre contigo a dondequiera que vayas”». Cierto crítico apuntó en Harper’s Bazaar que los gatos cambiaron la vida de Burroughs: «son sus guías psíquicos y le han ayudado a sacar al niño herido que lleva dentro». Resulta inevitable pensar que ese niño es otro. Otro que está muy lejos, matándose por las carreteras estadounidenses. Un niño que le escribe a menudo para pedirle ayuda y dinero (en El Trabajo Burroughs se lamenta frente a Odier: «[…] Lo que realmente mantiene a los hijos atados a sus padres es la dependencia económica, y hay que acabar con ella»). Billy, al final, se había convertido en una lacra. No levantaba cabeza, seguía obstinado en destruirse (como su madre). Incluso llega a escribirle una patética carta a Bukowski. Su vida es esa carta. Una carta que no llega. «Parece que soy una especie de inadaptado en el entorno maligno de Burroughs, con mi falta de interés por las armas y el caos–desconcertantemente (para ellos) acompañado de mi peligrosa obsesión por las mujeres. […] Espero recibir noticias tuyas. Sería la hostia recibir correo de una persona a la que admiro tanto (no te ofendas). Mis mejores deseos para ti y para los tuyos–y ya que estás, manda dinero. P.S. No te preocupes–Nunca llegaré a mandarte esta carta». 

Al final parece ser que ese fue el error que su padre nunca le perdonó: no haber sido un gato. 

 

BIBLIOGRAFÍA

Maldito desde la cuna. La vida corta e infeliz de William Burroughs Jr. Dirty Works, 2015.

Beat Attitude. Antología de mujeres poetas de la Generación Beat. Bartleby Editores, 2015.

Los subterráneos, Jack Kerouac. Anagrama, 1993.

En el camino, Jack Kerouac. Anagrama, 1989.

Yonqui, William S. Burroughs. Anagrama, 1997.

Marica, William S. Burroughs. Anagrama, 2002.

El almuerzo desnudo, William S. Burroughs. Anagrama, 1989.

Las cartas de la ayahuasca, William S. Burroughs y Allen Ginsberg. Anagrama, 2006.

Gato encerrado, William S. Burroughs. El Aleph Editores, 2007.

El Trabajo. Entrevistas con William Burroughs, Daniel Odier. Enclave de Libros, 2014.

Motorman, David Ohle. Periférica, 2013.

Paul Bowles, el recluso de Tánger, Mohamed Chukri. Cabaret Voltaire, 2012.

 

FILMOGRAFÍA

A MAN WITHIN. Dirigida por Yony Leyser (2010).

 

 

 

 

 

 

MOTORMAN CONOCE AL HIJO DEL ALMUERZO DESNUDO

 
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Una entrevista con David Ohle a propósito de William Burroughs Jr. por Savannah Schroll-Guz (septiembre, 2006)

Traducción: Javier Lucini


David Ohle, autor de la distopía épica de ciencia ficción Motorman, publicará en septiembre unas memorias póstumas de William S. Burroughs Jr. en la editorial Soft Skull Press. Al igual que su obra de culto, publicada por Knopf en 1972 y reeditada por 3rd en 2004, y su esperada continuación, The Age of Sinatra(Soft Skull, 2004), las memorias de Billy Burroughs son la crónica de una excepcional adversidad, al más puro estilo Beckett, aunque, en un principio, puede parecer un tema lejano a la obra de Ohle, más futurística y políticamente descorazonadora. En la siguiente entrevista Ohle explica cómo se vio involucrado en la producción de las memorias del hijo de Burroughs y qué se encontró al abrir las tres cajas de documentos que contenían los últimos vestigios físicos de su vida.

David Ohle

David Ohle

La voz de Billy, un destilado puramente Beat, parece una mezcla virgen del humor estigio de su padre y el anarquismo literario, aparentemente espontáneo, de Kerouac. Su prosa repiquetea y traquetea a ritmo Kerouaciano de manera notable en la catalogación de los efectos de su conducta ignominiosa. También, en su prosa más lúcida y formal (la destinada a la propia novela) existe una robusta belleza en su imaginería. Puede verse en la descripción de la granja de alfalfa junto al Río Grande en la que nació, el zumbido de las langostas, las formas semejantes de las raíces de los árboles y los escorpiones, y la blanca y horizontal residencia familiar de la granja.

No obstante, el libro está repleto de una cándida suerte de horror: los litros de sangre que arroja Billy por la boca y la nariz cuando le falla el hígado, la inhabilidad de los médicos a la hora de identificar la fuente de sus afecciones, el diagnóstico erróneo de histeria y la receta aberrante del fármaco Haldol para el debilitamiento hepático, el ingreso en el hospital mental. Hay un pánico telegrafiado en la elección de las palabras y, en los períodos particularmente difíciles de desintoxicación y convalecencia, lapsos mentales y disyunciones que resultan muy impactantes. En las cartas a su padre pasa por encima de su enfermedad con un ingenio modesto y expresivamente chaplinesco. Hay momentos de humor incisivo, como en la descripción del médico y la enfermera que, al examinarle minuciosamente, acaban viéndose el uno a la otra desde ambos extremos: «Digo, ¿es usted, doctor?». Al acusarse a sí mismo de quejica y de no parar de berrear, Billy es, en verdad, muy fiel a la realidad. Reconoce su frustrante incapacidad para alzarse por encima de lo que le lastima emocionalmente. En sus propios comentarios, el padre de Billy lo identifica como una criatura simplemente infeliz que no tiene la más remota idea de por qué se siente así. Y es esto lo que le lleva constantemente a caerse del vagón, a los persistentes intentos de reforma y a su crónico fracaso personal.

El trabajo llevado a cabo por Ohle con las memorias de Billy ofrece a los lectores una perspectiva histórica y bastante documentación cultural. Es una crónica de los últimos coletazos de la Generación Beat, un retrato de la bohemia abatida y mugrienta que dejó la estela escandalosa y vanguardista de aquel movimiento. También ofrece un ángulo adicional a los estudios sobre la figura de Burroughs padre: una visión retrospectiva y lateral (si bien es cierto que bastante filtrada por la idiosincrasia de Billy) de William padre y el impacto directo de su literatura incendiaria y sus acciones personales.

Billy Burroughs sería el protagonista genuino de En mil pedazos (título de la obra de James Frey, un joven drogadicto norteamericano que novelizó sus memorias acerca del proceso de rehabilitación que vivió en un conocida clínica), pero sin llegar a recuperarse nunca. Parece la historia disuasoria definitiva, así como un argumento para el vínculo inextricable entre creatividad y psicosis. Ohle ha dispuesto una ventana de valor incalculable para poder asomarnos a la vida y el mundo interior de quien se describió a sí mismo como el «hijo del Almuerzo Desnudo», el descendiente de William Burroughs y de la anfetamínica Joan Vollner Adams, a la que Burroughs padre mató accidentalmente de un disparo jugando a Guillermo Tell en un hotelucho de México. La entrevista que sigue fue realizada a través de emails que David Ohle respondió desde Lawrence (Kansas) donde actualmente escribe y ejerce su cátedra en la KU (Kansas University).

Savannah Guz: ¿Qué fue lo que llevó a Bill padre a pedirte que compilases los papeles y la última novela de Billy? ¿Fue Motorman lo que despertó su interés y le alertó de tus facultades?

David Ohle: Conocí a William padre durante los últimos diez años que vivió aquí, en Lawrence (Kansas). Lo veía al menos una vez a la semana, fui uno de los que llevó el féretro en su funeral. También conozco a su asistente, James Grauerholz. Burroughs padre y James sabían que yo era un investigador, un editor y un escritor fiable. Ya había hecho un trabajo de edición preliminar y transcripciones de tres de sus obras,MaricaTierras de Occidente y Gato Encerrado. Otras dos personas ya habían intentado hacer el «libro» de Billy y se habían rendido. Así que Burroughs me pagó unos honorarios para que “editase” la última novela de Billy, Prakriti Junction. Pero cuando llegué a Ohio State, donde se archivan las cajas con los documentos, no había nada que pudiera considerarse una novela, por lo que se me ocurrió la idea de construir unas memorias, una compilación de sus escritos, su correspondencia y varios testimonios acerca de él. Todo esto lo explico en la introducción de Maldito desde la cuna.

¿Cuántos años te llevó ordenar la prosa y la correspondencia de Billy Jr.? Sé que todo empezó con unas cajas de documentos.

James [James Grauerholz, el asistente de Bill padre] probablemente podría responderte mejor a esto, pero me parece que nos pusimos con el proyecto de Billy hará unos diez años.

¿Cómo fue tu primer encuentro con Bill padre? ¿Había leído Motorman cuando te pidió que editases y transcribieses sus propias novelas?

Conocí a Bill a finales de los setenta, cuando yo estaba dando clases en la universidad de Texas, en Austin. Le invitaron para dar unos recitales y fue mi huésped durante unos cuantos días, junto a su asistente, james Grauerholz. De hecho, fue Grauerholz quien me pidió que transcribiese ciertos manuscritos de Burroughs a un formato electrónico para posteriormente editarlos. Grauerholz había leído Motorman. No sé si Bill lo leyó.

¿Crees que Bill padre quería asegurarse de que la novela póstuma de su hijo no desapareciese junto a él? Quiero decir, ¿crees que las memorias constituyen una especie de homenaje que quiso hacerle Bill a su hijo?

Creo que Bill padre quería hacer una especie de homenaje literario a Billy y, según tengo entendido, llegó a un acuerdo con Grove/Atlantic para llevarlo a cabo, concretamente con la última novela de Billy (inconclusa), Prakriti Junction, que más adelante encontré lamentablemente inadecuada para ser publicada.

Desde tu punto de vista, ¿en qué modo Prakriti Junction, en su forma original, sin editar, se relaciona con Speed y Kentucky Jam? Bill padre menciona en su respuesta a una carta que le manda Billy que el trabajo autobiográfico finalmente se seca y la obra de ficción comienza a surgir de un modo inevitable. Aún así, en Prakriti Junction, Billy parece comenzar su historia personal desde su nacimiento. Desde tu posición ventajosa, ¿Prakriti Junction se emprendió como otra cosa y al final acabó convirtiéndose en una forma de catarsis durante el canto del cisne que fueron sus diversas adicciones y el escabroso preludio y las secuelas de su trasplante de hígado?

Se relaciona con Speed y con Kentucky Ham porque sigue siendo autobiográfica, esta vez centrándose en lo que sucedió después de lo relatado en Kentucky Ham: su matrimonio y su divorcio, su trasplante de hígado, su zambullida en el alcoholismo desesperado y en la adicción. Supongo que Billy pensó que se precisaban ciertos antecedentes para proporcionar contexto a los lectores que no estaban familiarizados con el resto de su vida hasta entonces. Yo pensé lo mismo cuando me puse a recopilar el material de Maldito desde la cuna, así que recurrí a material referencial de Speed al principio para dotar a la narración de cierto contexto. Pienso que Billy comenzó Prakriti Junction antes de su trasplante de hígado, una operación que lo cambió todo y le imposibilitó continuar con la obra de un modo organizado y coherente. Siguió escribiendo, pero no de una manera regular, y siempre obsesivamente acerca de su degradación física, sus pensamientos suicidas y su desesperación. Supongo que lo que escribió después del trasplante fue una forma de catarsis. Quizá escribir sobre el suicidio le previniese de suicidarse, directamente.

Mientras trabajabas en el manuscrito de Billy, intercalando cartas y comentarios entre los capítulos de su novela inacabada Prakriti Junction, ¿encontraste algunas afinidades entre la vida de Billy y el personaje de Moldenke de tus novelas Motorman y The Age of Sinatra? Parece haber una clara adversidad de tipo Beckettiana y una explícita obsesión corporal en ambas historias (la arritmia de los cuatro corazones de oveja de Moldenke, los pájaros con lenguas que envuelven sus cerebros; y por el lado de Burroughs, el fallo hepático, la ulterior septicemia post-operatoria, las cicatrices del tamaño de adoquines y la cantidad de venas reventadas).

Sí, encuentro algunas afinidades entre Billy y Moldenke, aunque Moldenke era un sufridor mucho más paciente. Creo que una de las razones por las que William Burroughs padre y yo nos llevamos tan bien fue porque compartíamos el mismo interés por los asuntos clínicos y científicos (y por Beckett). Mientras que Bill padre apenas hablaba de Billy, siempre estaba dispuesto a hablar de los aspectos médicos del trasplante de Billy, del nivel de sus dosis de morfina, del olor de la herida, de la duración de la cirugía, etc…

¿Trabajar en estas memorias ha tenido algún impacto en tus propios personajes de ficción o en la construcción de tus tramas? ¿Encontraste que había algún tipo de fertilización cruzada durante la investigación o el proceso de edición?

Eso es difícil de responder. Hurgar y cribar entre todas las tristes anotaciones de Billy probablemente me influyó de alguna manera. En The Age of Sinatra, la deformación voluntaria era una moda. Para Billy fue involuntaria y horrible. Aunque empecé esa novela mucho después de enfrentarme a la difícil situación de Billy, pudo haberme llevado a utilizar aún más imágenes clínicas en mis revisiones finales.

En tu introducción mencionas que encontraste fotografías y cintas de audio en las cajas del archivo de Billy. ¿Qué contenían?

Solo había tres o cuatro fotografías insignificantes, de él en la cocina de su apartamento, etc… Las cintas eran entrevistas con Ginsberg, Waldman, Burroughs padre, realizadas por Richard Elovich. Esas cintas fueron transcritas y yo utilicé las transcripciones en la compilación del libro. Una de las cintas era de Billy conduciendo un coche y hablando con Jim Jarmush, pero la calidad del sonido era muy pobre y apenas la utilicé.

Ninguna de las cartas de Billy está fechada. ¿Cómo fuiste capaz de determinar su secuencia?

En algunos casos pude hacer coincidir los acontecimientos descritos en las cartas con hechos reales y datables. Su padre siempre fechaba sus cartas, por ejemplo, así que si su padre respondía a una de las cartas de Billy, me podía hacer una idea bastante aproximada de cuándo fue escrita dicha carta. O si Billy escribía que se había pasado una semana en una clínica de desintoxicación, esas fechas estaban en las fichas médicas. Y así. Hubo bastante especulación, pero creo que todo se acerca bastante a las verdaderas fechas.

Concluyes cada capítulo con comentarios sobre Billy hechos por Allen Ginsberg, Anne Waldman, James Grauerholz y otros. Este añadido realmente dota de una fuerza tridimensional y de bastante sustancia al personaje de Billy. El lector no se siente forzado a fiarse solo de sus palabras, sino que recibe las percepciones de otros que de algún modo le rellenan y proyectan una clara sustancia psicológica a su espíritu narrativo. ¿Cómo conseguiste estos comentarios? ¿Están basados en entrevistas transcritas específicamente para el libro o se trata de observaciones pre-existentes?

Las observaciones ya existían, dejadas por otros que ya habían trabajado en el «Libro de Billy» antes que yo; los cito en el libro.

El libro en un principio iba a sacarlo Grove/Atlantic en 2001. ¿Qué sucedió para que al final lo sacara Soft Skull?

Cuando Grove/Atlantic renunció al proyecto por motivos legales (Billy dice algunas cosas procesables sobre gente que aún vive), el libro permaneció encajonado un par de años. Ninguna otra editorial hizo una oferta. Soft Skull había publicado mi novela y yo sabía que era una editorial a la que le gustaba asumir riesgos. A Richard Nash nunca le han asustado los posibles litigios, así que le pregunté si estaba interesado, y lo estaba.

Estas memorias añaden otra valencia a la figura de Burroughs padre. Puede interpretarse como un nuevo ángulo desde el que aproximarse a la obra de Bill padre: desde el punto de vista de su hijo. (¡ya me imagino las futuras tesis de los graduados!). ¿Has dado clases sobre la literatura de Burroughs basadas en tu trabajo con Bill padre o en las memorias de Billy?

No he impartido clases ni sobre Burroughs ni sobre Billy. Además, James Grauerholz, que sabe más de Burroughs que nadie, ha dado clases aquí sobre él.

¿Prevés (o esperas) que estas memorias sirvan para despertar el interés por la literatura de Billy o que, debido al tenor de su lenguaje, su producción literaria y su trayectoria de vive-rápido-y-muere-joven, Billy esté destinado a convertirse en un icono de culto como su padre?

Nunca ha existido una lamentable falta de interés por los libros de Billy, pero creo que este va renovar ese interés; creo que ahora están descatalogados, no estoy seguro. No puedo imaginarme a Billy convirtiéndose en una figura de culto como lo fue su padre, pero quienes lean Maldito obtendrán una nueva perspectiva del personaje de su padre que quizá poca gente conozca.

Y ahora, acerca de ti: ¿qué fue lo que te llevó a emprender la carrera literaria y cuándo empezaste a escribir cuentos?

Siempre he escrito cuentos, desde niño. Tenía un pupitre amarillo y solía sentarme allí a escribir cuentos sobre osos y monstruos en un cuaderno que ojalá estuviese aún en mis manos.

¿Qué te llevó al desarrollo del personaje de Moldenke [el protagonista de Motorman] y específicamente qué hay en él (y/o en su potencial de cambio moral) que continúe situándolo en la primera línea de tu ficción?

Hay un estudiante de posgrado en el departamento de biología de aquí, en la Universidad de Kansas, que se llama Andrew Moldenke. Yo no le conocía, pero un amigo mío sí. El nombre me fascinaba. Su sonoridad. Simplemente construí el personaje alrededor de ese nombre. Su papel en mi obra de ficción es generalmente el de un observador, o un foco. El extraño mundo que habita es el verdadero protagonista. Moldenke simplemente se deja llevar por el torrente de los acontecimientos. No posee un auténtico carácter propio. No es más que un nombre.

He leído que estás trabajando en un nuevo libro, The Pisstown Chaos. ¿Retoma la acción donde la dejaste en The Age of Sinatra? ¿Puedes adelantarnos algo?

Moldenke es un personaje secundario en The Pisstown Chaos. Esta vez la historia sigue a la familia Balls: Ofelia, su hermano Roe, su abuela Mildred y el abuelo Jacob. Explora cosas como los canallas que salían enSinatra, pero no en profundidad. El supremo poder político esta vez lo encarna el Reverendo Herman Hooker, quien parece estar a cargo de las cosas, aunque nadie sabe por qué ni cómo.

Savannah Schroll-Guz es una colaboradora habitual del Library Journal. Es autora de The Famous & The Anonymous (Better Non Sequitur, 2004) y editora de Consumed: Women on Excess (So New Media, 2005).


El libro Motorman está publicado por la editorial Periférica, con excelente traducción de Juan Sebastián Cárdenas.

www.editorialperiferica.com




PEYOTE BILLY

La poeta Anna Waldman, una de las diversas voces destacadas que pueblan las páginas de Maldito desde la cuna, escribió esta poesía a la muerte de William Burroughs Jr. Acaba de aparecer traducida por Annalisa Marí Pegrum en el libro Beat Attitude. Antología de mujeres poetas de la generación Beat, publicado por Bartleby Editores.

Anne Waldman con William S. Burroughs

Anne Waldman con William S. Burroughs


PEYOTE BILLY

por Anne Waldman

Un fragmento de magia compasiva por la vida de William Burroughs Jr. (fallecido el 3 de marzo, 1981)

no te detengas, Billy   algo se mueve
          estamos           zapateando por ti
asediados o exaltados balanceos de hoja de helecho

           estos sistemas de soporte vital           estos ríos que se infiltran
           y te atraviesan

tú tan lejos y espacio profundo profundo profundo
para las piernas no es suficiente para sentarse y susurrar

en tu oído Billy  sin nova Billy  más alimentos 

            Billy te enviamos estas estrellas salpicadas sobre el tejido de algodón

un gris precioso para los sentidos  ten Billy tómalos Billy

toma estas estrellas Billy  toma Billy toma el humo de madera

            (no te detengas Billy no te detengas Billy no te detengas Billy que no se detenga) 

te enviamos estos aromas y el placer de montar una tienda de campaña          

            una tienda para los errantes para el alma errante  tu sombra perdida

puedes renacer en este cuerpo Billy

                        y por tu propio bien nos tumbamos

en un fardo de humo y por ti comemos esta medicina que cura 

para vomitar de nuevo  Vomité por ti Billy y los últimos

3 años se me repiten por ti Billy         dale la vuelta

sigues aquí para nosotros Billy 

            nosotros tres  yo  Steven Reed 

en la noche calma no puedo estarme quieta brinco por ti Billy 

            que no se detenga que no se detenga no te detengas Bill 

            licor de maíz para bajar la magia

desmodulación Billy

demonio hipodérmico Billy

            corregible Billy

el sello de Salomón Billy 

esto se tambalea Billy 

correlación Billy 

            inmóvil 

                        indeleble

                                    sangre de  jacinto Billy 

                                               las cartas sobre la mesa Billy

                                                           golpe dramático y te echamos de

menos Billy 

                                               dónde has estado joven Billy 

                                   te estamos buscando Biloly

                                   estudiando tu chute Billy

                                               universalidad Billy 

                                                           deja que se escape

                                                                       pásalo

que no se detenga que no se detenga Billy no te detengas Billy que no
que no se detenga Billy Billy no te detengas no te detengas Billy
            que no se detenga que no se detenga Billy no te detengas Bill

¿TODO QUEDA EN CASA?

 

Reproducimos aquí este extracto del libro The Job (El Trabajo, entrevistas con William Burroughs), publicado por la editorial Enclave de Libros (2014), porque pensamos que es muy revelador y porque constituye un buen material extra para antes o después de la lectura del nuestro libro Maldito desde la cuna.


Traducido por Federico Corrientes.

DANIEL ODIER: Usted ha dicho que la familia es uno de los principales obstáculos para cualquier progreso humano real. ¿Por qué?

WILLIAM S. BURROUGHS: En primer lugar significa que los niños son criados por las mujeres. En segundo lugar, que cualquier clase de tara mental que padezcan los padres –sean neurosis o confusiones– se transmiten inmediatamente al indefenso niño. Todo el mundo parece creer que los padres tienen perfecto derecho a infligirles a sus hijos cualquier clase de tara perniciosa que padezcan ellos y que a su vez les transmitieron a ellos sus padres, de manera que a toda la especie humana se la mutila durante la infancia, y todo esto lo hace la familia. No iremos a ninguna parte mientras esta ridícula unidad no sea disuelta.

Hay varias formas de hacerlo. Por supuesto, la más obvia sería quitarles a los padres biológicos sus niños en cuanto nacen y criarlos en una especie de guarderías estatales. Esto se ha propuesto muchas veces, pero claro, hay que tener en cuenta qué clase de formación y de entorno va a haber en las guarderías estatales.

Otra propuesta, hecha por el señor Brion Gysin, es que se pague a los niños por ir a la escuela. En otras palabras, que cuanto más avancen en sus estudios más dinero obtendrán. Si esto se hiciera desde una edad muy temprana, empezaría a socavar su dependencia económica de los padres, y cuando el niño se licenciase de la universidad, por ejemplo, tendría dinero suficiente para iniciar su carrera sin recurrir a los padres. Lo que realmente mantiene a los hijos atados a sus padres es la dependencia económica, y hay que acabar con ella.

– William S. Burroughs con Thurston Moore (Sonic Youth) y la hija de este último.

– William S. Burroughs con Thurston Moore (Sonic Youth) y la hija de este último.

DANIEL ODIER: Ya ha habido varios intentos de acabar con la familia, pero no han dado resultado. ¿Por qué han fracasado?

WILLIAM S. BURROUGHS: Bueno, para empezar no han llegado lo bastante lejos. Imagino que en China se habrán aproximado más que cualquier otro país, aunque no he tenido la ocasión de comprobar qué es lo que está sucediendo allí. En Rusia decían que iban a hacer algo al respecto y luego no hicieron absolutamente nada; por lo visto, en Rusia existe la misma familia burguesa que en el mundo occidental. Por supuesto, la gente que tiene intereses creados en la familia son las mujeres. Y evidentemente, cualquier intento de atacarla hace que echen espuma por la boca.

DANIEL ODIER: ¿Qué haría falta para reemplazar a la familia?

WILLIAM S. BURROUGHS: Nada. Nada. No veo en absoluto ninguna necesidad de familia. Es una buena forma de empezar. Por supuesto, en la actualidad la inseminación artificial es completamente posible. Muy bien, se escogen a los donantes y a las mujeres, estas quedan preñadas, y permanecen en el hospital hasta que nace la criatura: no conviene que anden paseándose por ahí, porque antes de nacer a un bebé pueden pasarle todo tipo de cosas. Algo que también es muy importante es que no haya ningún ruido cuando nazca el bebé: nadie debe decir nada, porque en ese instante tan traumático las palabras dejan huellas permanentes. El señor L. Ron Hubbard, el fundador de la Cienciología, dice que durante cualquier período de inconsciencia es absolutamente criminal que nadie diga nada, porque esas palabras quedan impresas en el organismo y, si son reestimuladas o repetidas con posterioridad, volverá a experimentarse ese dolor, y son muy devastadoras. Muy bien, el bebé ha nacido; entonces se le traslada a una guardería, o lo que sea, para que lo críen. Eso es todo… Sin familia.


 

NOTA DE ALLEN GINSBERG

 

NOTA DE ALLEN GINSBERG A PROPÓSITO DE SPEED,
LA PRIMERA NOVELA DE WILLIAM BURROUGHS Jr.

Traducción Javier Lucini

Speed, la crónica de William Burroughs Jr., está escrita de manera imperturbable (carece de sentimentalismo porque dentro del autor hay una figura difusamente impersonal que observa los desplazamientos que le circundan), es muy lúcida en lo que concierne a las alucinaciones, a la prudente realidad y al lenguaje sumergido en penumbras crepusculares («conseguiría una condena por hurto»), y por fin se ubica en un espacio ajeno a lo histórico, porque acepta que el metabolismo que tritura hasta morir (¿un invento nazi?) provocado por la metanfetamina es el Wanderjahre personal de todo muchacho moderno. El libro se detiene en el episodio final sin dar mayores explicaciones, se trata de un indicio de inteligente sentido de la proporción. Las repeticiones onomatopéyicas del texto ofrecen un tono juvenil más divertido, pero más inexperto como prosa, que el procedimiento implacable del buscador de hechos que exhibía Burroughs padre en Yonqui, su primer libro, extrañamente análogo a este. Hay una diferencia de diez años; al completar su primera obra publicada, Burroughs Jr. tiene justamente diez años menos que los que tenía su padre en iguales circunstancias. Establezco la comparación porque salta a la vista y no debe ser desechada; Speed exhibe indicios del laconismo propio de Burroughs padre, así como su capacidad de observación para registrar los hechos: «la luna que flotaba a través de una escalera de incendios por encima de los apartamentos»; «en un instante se convirtió en un montón de ojos y ganglios»; «un pedacito de carne avanzando paso a paso entre los desfiladeros»; «me quedé al borde del precipicio con una pastilla disolviéndose sobre mi lengua». Lo que resultó es una relación dotada de coherencia narrativa acerca de un asunto inasiblemente escurridizo: el interior del universo de la metanfetamina. El padre había cumplido su primera tarea en el universo de la marihuana, ¿adónde llegará la conciencia de la próxima generación?, ¿se proyectará al sistema solar?, ¿lo trascenderá para llegar a otros mundos y otros océanos? El bondadoso observador indiferente que se percibe tanto en la prosa del padre como en la del hijo es el alma auténtica, que es lo perdurable.