¿Últimamente te han hecho muchas entrevistas?
Sí.
Y siempre te preguntan lo mismo, ¿verdad?
Sí. Suelen empezar señalando que mi obra es oscura y luego se lanzan a una retahíla de preguntas con las que intentan normalizar de alguna manera el hecho de que mi obra sea tan oscura. Muchas veces me da la sensación de que el entrevistador está preocupado por mí.
(risas) Bueno, intentaremos no caer en eso.
Genial. Te lo agradezco.
Porque sé que estás bastante bien, ¿no?
Te lo aseguro.
Mi intención es preguntarte por cosas que nadie podría llegar a saber a partir de la lectura de tu libro. No preguntarte nada sobre el arte de la escritura.
De acuerdo; me da miedo, pero vamos allá.
Primera pregunta: ¿Es cierto que estuviste a punto de ser Danny, el niño «redrum» de la película de Stanley Kubrick El Resplandor?
Es cierto. Por alguna razón hicieron un casting en Chicago y mi madre les envió una fotografía mía. Yo era muy pequeño, cuatro añitos a lo sumo, pero recuerdo ir al centro de la ciudad y hablar con un montón de gente desconocida. Todavía conservo la fotografía que mandó mi madre, y la carta del estudio en la que se nos informaba de que había quedado finalista para el papel.
En esa fotografía sostienes un gato y sales bastante bizco, con la vaga pinta de estar a punto de zamparte el gato. ¿Por qué ese aspecto tan siniestro?
Creo que es por culpa de esa bizquera. A los tres años un gato callejero me sacó el ojo izquierdo. Tuve que someterme a una operación muy complicada para no perderlo, y aun así ahora estoy ciego de ese ojo a efectos legales. Durante muchos años, después de la operación, tuve el ojo muy sensible y eso me proporcionó una cara muy parecida a la de Popeye. Un niño muy mono con cara de Popeye es lo mismo que decir: el horror.
Pero al final no te dieron el papel.
No.
¿Te has preguntado alguna vez por qué a tu madre le pareció una buena idea que intentases participar en una película de terror?
Me dijo que el libro le había gustado.
¿Y eso no es raro?
No, a mí también me gustó mucho el libro.
¿Y la película?
La película es genial. Salvo por Danny. Escogieron al niño equivocado para ese papel (guiño de ojo).
¿Tus padres te llevaron mucho al cine cuando eras pequeño?
Sí, me llevaron a ver un montón de películas geniales. Daba igual qué película hubiesen decidido ir a ver, siempre me llevaban. Recuerdo haber ido a ver Todos los hombres del presidente con cinco años. Quiero decir que me acuerdo de la película, recuerdo haber pensado que era maravillosa.
¿La entendiste?
No el rollo político, pero sentí la tensión y pude leer las emociones de los actores. Hoy en día la gente tiene muy poca fe en los niños, como si por el hecho de hacerles sentir algo que se salga de lo reconfortante y lo meramente cariñoso les fuese a explotar la cabeza. Mis padres me llevaron a ver películas buenísimas, por muy intensas que fueran. Vi Tender Mercies, Apocalypse Now, Mad Max, solo por citar unas pocas, y todas a una edad muy temprana. Creo que en parte soy escritor porque mis padres me llevaron a ver todas esas películas increíbles.
Así que se puede decir que tus padres hicieron un buen trabajo.
Tuve los mejores padres del mundo. Le doy las gracias regularmente al Señor por haberme dado esos padres, que siguen siendo mis mayores fans y quienes más me apoyan.
¿Tu mujer también ha sido un gran apoyo?
Sí, a ella se lo debo todo. Desde el principio me apoyó e hizo que tomásemos decisiones que fuesen en beneficio de mi arte/carrera.
¿Y le gusta tu obra?
Rochelle y yo tenemos una estética muy similar. El pasado Día de los Enamorados le dije que eligiese la película que más le apeteciese ver, y decidió que quería ver The Road. Así que fuimos a ver The Road y luego fuimos a cenar sushi. Así es como nos lo montamos. Fue una noche genial.
Pero la gente que lea esto puede pensar que sois unos «freaks».
Somos gente normal. Tenemos tres hijos, constantemente vamos a eventos del cole, incluso vamos a misa de vez en cuando. Mi mujer es profesora de primaria. Simplemente nos gustan las historias intensas. Nos gustan las historias que nos hacen sentir cosas.
¿La conociste en el zoo?
Sí. Estaban dando de comer al dragón de Komodo y había un grupo de gente alrededor viendo cómo devoraba una rata. Y yo me fijé en aquella mujer guapísima, así que fui y me puse a su lado y solté algún chascarrillo y ella me sonrió y nuestros ojos se encontraron y ahí se acabó. Al año estábamos casados.
Y ahora vives en Boise, Idaho.
Así es. El viejo Boise. Muy diferente del lugar donde crecí. Un sitio agradable. Tierra hermosa en cualquier dirección, una escena literaria muy interesante.
Pero no es lugar para un chico de ciudad.
(risas) No. Un amigo me sugirió hacer «mountain biking» y yo pensé que eso significaba montar en nuestras bicis de montaña junto a un río y lo mismo llevarnos unas cervecitas o algo así. Lo siguiente que supe es que estaba descendiendo una ladera a unos ciento veinte kilómetros por hora, me topé con una quebrada y me precipité hacia unos matojos de hiedra venenosa. Fue terrible. El picor me duró semanas. Ese mismo amigo me llevó otro día de camping. Me imaginé que aparcaríamos el coche, haríamos una fogata, comeríamos malvaviscos, ese tipo de cosas… En lugar de eso fuimos en coche hasta las montañas., nos dimos una pateada de quince kilómetros y acampamos al lado de un lago prístino. Yo estaba agotado y no pudimos prender un fuego (aquel verano sufrimos una sequía y encender un fuego de campamento entrañaba un riesgo enorme), y estuve a punto de morir congelado. Mi amigo estaba con su gorra de malla y lana soltando cosas como: «El universo es taaaan maravilloso», mientras yo tiritaba y me mantenía alerta esperando el momento en que no nos quedaría otra que luchar contra el Sasquatch cuando apareciese entre los matorrales y se lanzase a comerme la cara.
Pero tú creciste en un sitio muy duro.
Hay sitios peores, supongo, pero sí, era duro. Me crié en Hazel Crest, una ciudad de clase obrera en la zona sur del sur de Chicago. Era un sitio maravilloso para crecer, buenas risas. Pero las personas con las que crecí se enorgullecían de ser gente dura. Era una forma de vivir, una concepción del mundo.
Menos cuando vas a los bosques de Idaho.
(risas, asentimientos) A menudo yo era el único chaval blanco de mi equipo de baloncesto, y viajábamos a colegios en los que era el único niño blanco de todo el gimnasio. En el transcurso de un partido, en un colegio que era nuestro máximo rival, recuerdo que uno de los seguidores del equipo contrario se puso a gritar: «¡Matad al blanquito!». Y lo decía en serio. Eso me pareció. Me cague de miedo, pero acabé el partido. No te achantas. No lo dejas. Terminas el partido. Eso es ser duro. En realidad no importa dónde estés.
Pero lo de acampar casi que no, ¿no?
No es lo mío. Idaho tiene mucho que ofrecer. Me encanta su belleza natural, adoro subirme al tren y ascender las montañas, no hay nada mejor que tomarse unos cócteles con vistas a un lago precioso. Pero no soy de esos que encuentran paz reconstituyente en lo salvaje. A mí lo que me restituye es el arte, los libros, las películas, las obras de teatro y la música. Mi hijo es un cantante de jazz increíble y me encanta ir a nuestro club de jazz local a escucharle cantar. Lo que me llena es mi familia y una buena comida y una buena historia. Tengo cuarenta años. Antes solía intentar reinventarme, tratar de convertirme en una versión distinta de mí mismo, como cuando leí A River Runs Through It y quise ser pescador de mosca y fui y me compré todo el equipamiento, ropa y todo. Fue de lo más ridículo. No funcionó. Cada cual a lo suyo, pero a mí lo de pescar me parece aburridísimo. Así que lo dejé. Me limito a llevar mis sombreros, mis corbatas y mis zapatos Stacey Adams y disfruto mi vida lo mejor que puedo conmigo mismo.
¿Es verdad que tu vecino de atrás es una estrella del hip-hop?
¡Es cierto! Me parece genial. Se llama David Kelly, aunque se le conoce por su apodo: Cap D. Es el tío más inteligente de la escena hip-hop. Es un poeta, posee la visión del mundo de un intelectual serio. Su nuevo álbum, PolyMath, está llamando muchísimo la atención. Hace poco salió en un artículo del New York Times. A veces me asombra que dos tíos que viven puerta con puerta hayan conseguido triunfar como artistas, que dos tíos de Bob-O-Link Road hayan salido en el New York Times en un plazo de tres meses. ¡Estoy muy orgulloso de Dave/Cap!
Muy bien, ¿estás preparado para una ronda de preguntas rápidas?
Dispara.
¿Es cierto que un pastor alemán se comió tu mascota de infancia?
Sí. Nuestro caniche, Bourbon, un regalo de mi tía, sufrió el ataque de un enorme pastor alemán que era el perro guardián de un aparcamiento de camiones del barrio. El perro se soltó y aterrorizó a todo el vecindario, nos perseguía constantemente, una vez mordió a mi hermano. Suponemos que se imaginó que nuestro caniche era un conejo o algo así y se abalanzó sobre él. Fue horrible.
¿Es cierto que Mike Royko, el legendario columnista de Chicago, te cantó las cuarenta?
Cierto. Yo estaba intentando que me contratara en prácticas. Supuse que apreciaría mi enérgica persistencia de Chicago y no dejé de ir a verle aun después de que me dijese «no» unas seis veces. Me echó una buena bronca, me llamó «Chico del Maíz» (fui a la Universidad de Iowa). Es una de las mejores cosas que me han sucedido. Quiero decir que fue casi perfecto.
En vez de llevar esos pantaloncitos ajustados y acolchados de ciclista como los que llevan todos los demás en Boise, ¿es cierto que te metes compresas Maxi en la entrepierna de tus pantaloncitos normales de gimnasia?
Sin comentarios.
¿Es verdad que podías hacer mates jugando al baloncesto en el instituto?
Hubo un tiempo en el que era muy rápido y podía saltar muy alto.
¿Y que podías bailar como James Brown?
Sigo haciéndolo.
¿Y es cierto que ves una película al día?
No tanto como una al día, aunque en los últimos quince años he llevado un registro y en este tiempo he visto 3.041 películas, lo que viene a ser una media de 202 pelis al año.
Tengo entendido que quieres cazar fantasmas.
Así es. Estoy currándome la oportunidad de asistir a una caza de fantasmas con cazafantasmas profesionales. No sé lo que creo y quiero salir a averiguarlo. Me encantaría ir a investigar un auténtico pueblo fantasma del oeste. En Idaho hay un montón, viejas ciudades mineras abandonadas. Me gusta enfrentarme a mis miedos, siempre que no deje de ser divertido. Y creo que esto va a serlo. Eso espero…
Si ganases la lotería ¿cómo te ganarías la vida (sin contar lo de seguir escribiendo libros)?
Diseñaría pasajes del terror. Me apasionan los pasajes del terror. Mi mes favorito es octubre. Pero también diseño atracciones estilo pasajes del terror para otros días festivos. Haría la mejor atracción navideña de todos los tiempos, una aventura por el Polo Norte de cuarenta minutos que terminase en una montaña rusa que te llevaría a toda velocidad hasta donde tus hijos se harían una foto con Santa. Me daría una alegría inmensa arruinar completamente la experiencia del Santa Claus de Centro Comercial, que es una de las peores tradiciones que tenemos los seres humanos.
¿Has visto The Lawrence Welk Show? ¿Completamente en serio? ¿No es eso rarito?
Es de lo más cursi que hay, pero es un programa muy bueno. Ojalá hubiese ahora un programa así. Mi hija de cuatro años quiere ir a clase de claqué para llegar a ser como Arthur Duncan (el bailarín del programa). Si miras más allá de las pompas y el vestuario ridículo, es maravilloso, atemporal, entretenido. Y… es que soy un poco anticuado, supongo. Por lo general, me llevo muy bien con los ancianos. Me encanta la polka. Llévame a un Oktoberfest con una buena banda de polka y una jarra de cerveza y no me podrás borra la sonrisa de la cara.
¿A qué te gusta jugar más con tus niños?
Me encanta jugar al Scrabble con mi hijo, que tiene catorce años, y con mi hija, de once. Nos gustan los juegos «reales»; Monopoly, Risk, Apples to Apples, Pictionary… Somos un poco anticuados, ya digo. Tenemos una Wii, y ahí está, cosechando polvo. Con las niñas, sobre todo con la de cuatro añitos, me gusta jugar a la «peluquería». Tenemos una silla de barbería antigua en casa y hacemos como que ella es la propietaria del local. Con su caja registradora y todo. Hago como que entro para cortarme el pelo y nos ponemos a interpretar una especie de sainete elaboradísimo, y ella me corta el pelo. Me resulta increíblemente divertido, entrañable y apacible.
A tu mujer le preocupa que algún día llegues a convertirte en un tipo de traje blanco que se pone calcetines rojos todos los días. ¿Tiene motivos para estar preocupada?
¿Un traje blanco? No.
¿Crees que hemos logrado normalizarte lo suficiente como para que si alguien lee tu libro no se preocupe por ti?
Ni hablar. A la gente le encanta preocuparse por alguien. Es lo que mejor se le da.
¿Eres un hombre feliz?
El más feliz de todos los hombres vivos. No te dejes engañar por mis cuentos.