MAZZY MAEBELLE HEATHCOCK

por ALAN HEATHCOCK

Mi perra, Mazzy Maebelle Heathcock, es un labrador mestizo de nueve meses; mestizo de qué, no estamos seguros, aunque yo me decanto por una mezcla de labrador negro y conejo. La sacamos de la perrera y nos sentimos muy afortunados de tenerla en la familia. Mazzy es puro amor. Es cariñosa y adorable, y tanto mi mujer como mis tres hijos la quieren tanto como yo.

Si necesitas abrazarte a algo, Mazzy siempre está ahí. Si necesitas una lengua húmeda y tibia en la cara, Mazzy no dudará en considerarlo. Si lo que necesitas es alguien que ataque a los intrusos o intimide a los vecinos, Mazzy no es el perro que andas buscando. Quiere a todo el mundo. Incluso a nuestra gata de dieciocho años, Kitty Sue, que, a su edad, ya no es que quiera mucho a nadie. Pero la buena de Mazzy hace todo lo posible por acurrucarse junto a la gata y trabar amistad con ella. Mazzy es muy buena perra y aunque me ha destrozado un par de zapatos Cole Haan a dentelladas, ha sido una cachorra fantástica.

Lo más complicado de su adiestramiento fue al mismo tiempo algo de lo más encantador. Veréis, Mazzy es una perra de agua. Si os acercáis con ella a un estanque o a un riachuelo querrá zambullirse. Lo mismo pasa con las bañeras. Un día le llené la bañera a mi hija de seis años, Harper, y, al rato, oí un chapoteo. Entré en el baño y me encontré a Mazzy metida con ella en la bañera. Las dos se lo pasan juntas en grande. Enseguida comprendí que permitir que tu perra y tu hija se bañen juntas puede estar mal, pero a veces lo malo es tan bueno que lo mejor es dejarlo tal cual.

Como trabajo en casa y mi mujer y mis tres niños se pasan fuera todo el día, Mazzy se ha convertido en mi asesora particular en materia de escritura. Me veo diciendo cosas como: «Oye, Mazzy, ¿cómo te suena esto?». Y le leo un párrafo que acabo de escribir, o puede que un diálogo, y por lo general ella menea el rabo (incluso cuando no debería; bendita sea). A menudo me preguntó cuánto entiende verdaderamente de lo que le leo. Me da la impresión de que entiende bastante más de lo que cualquiera podría pensarse. De hecho, actualmente Harper está trabajando con Mazzy en el abecedario. «Sé que Mazzy no puede hablar», me dijo Harper. «Pero podría leer en voz baja. Tiene que ser aburrido pasarse todo el día sentada viendo cómo trabajas, papá. En cuanto aprenda a leer, podrás abrirle un libro para que al menos lea un rato».

Me cuadra. A Mazzy le encantan los cuentos; hablo en serio. Quizá no sea más que lo del perro amoldándose a su amo; pero le encanta que alguien le lea. Dicho esto, he descubierto que a Mazzy no le gustan nada las novelas de terror. Esto me tiene totalmente fascinado. Le leo cosas todo el rato. Parece disfrutar de verdad Orgullo y Prejuicio, le encantan las novelas del oeste de Louis L’amour, le gusta Flannery O’Connor e incluso Joyce. Pero si me pongo a leerle una novela de terror, Mazzy se pone muy nerviosa. Por lo general, salta de la silla y se va a su caseta. La fotografía de arriba constituye la prueba científica de este fenómeno (ja).

Pobre Mazzy. Pobre perra dulce y genial. Pero no os preocupéis; después de tomar esta instantánea le di a Mazzy un nuevo trozo de cuero crudo y le leí un poco de Walt Whitman, y todo volvió a estar bien entre el perro y el hombre.