IN TREATMENT

 

Mi abuela Julia es una cañera que con 94 años sigue dando guerra.

Las últimas navidades, después de hablar con ella para felicitarle las fiestas, se despidió de mí con una recomendación: Nacho, en esta vida hay que comer mucho, joder fuerte y enseñarle los cojones a la muerte.

Es una recomendación que PAUL WESTON, el doctor psicoanalista interpretado por GABRIEL BYRNE, nunca daría a sus pacientes en THE TREATMENT, pero que a mí me dio que pensar y he de reconocer que me está ayudando bastante en la vida.

THE TREATMENT está producida por MARK WALHBERG para la HBO y está basada en una serie israelí del mismo nombre.

Tres temporadas y más de cien episodios que transcurren en la consulta del buen doctor y en los que vemos cómo este se esfuerza en ayudar a sus pacientes con su cháchara y sus consejos.

Igual entra un poco dura al principio, tanto hablar de esto y de lo otro, pero la verdad es que te vas metiendo en los problemas de los pacientes y te acaba pillando.

IN TREATMENT me la recomendó hace tiempo el director de cine JUANJO GIMÉNEZ, y yo, que soy más de tomarme unas birras con los colegas cuando tengo algún problema, pensé que no era para mí.

Error, aún estoy con la primera temporada y me lo estoy pasando como un enano con las historietas de los pacientes y con la movida personal del doctor enfrentándose a ellas.

Si a alguien como un servidor para el que una terapia de grupo o ir al psicoanalista es tan práctico como comer sopa con dos palillos le mola IN TREATMENT, seguro que a personas con más amplitud de miras también les acaba pillando.

 

JUMP BACK JAKE

Brooklyn Hustle/Memphis Muscle
(Ardent Music, 2008)

Bandas que en 2008 (por ejemplo), sacaron un disco glorioso que parecía que iba a sacarnos por fin del agujero, un disco que era imposible dejar de escuchar, y que luego, por causas arcanas (egos, novias, adicciones, hartazgos, abducciones, ensaladas en mal estado…), tras un par de EPs que apuntaban a otras direcciones, desaparecieron sin dejar rastro. Maldita sea. Normal que te entren ganas de convertirte en una especie de Annie Wilkes (sí, la enfermera de Misery de Stephen King). Contratar a alguien para que dé con la pista de todos los miembros del grupo. Averiguar el motivo de su silencio. Engañarlos con tretas y reunirlos en una casa apartada en el campo (a ser posible en invierno, con mucha nieve, mucho lobo y mucho bosque). Ser todo amabilidad y sonrisas. Hacerles tartas. A la menor sospecha, inmovilizarlos con pequeñas lesiones «accidentales». Mantenerlos encerrados en un sótano engañosamente confortable. Instalarles un Hammond B3, unos vientos y un par de guitarras. Obligarles a grabar un disco detrás de otro. Solo para nosotros. Bajarles la cena con una flor y matarlos si su música se vuelve cansina o si de pronto les da por ponerse nostálgicos… Al sabueso que contratemos para dar con su paradero le facilitaremos los pocos datos que hayamos podido obtener: Jake Rabinach, el líder del grupo, se largó un buen día de Brooklyn a Memphis en busca del soul de los sesenta, en busca del sonido Stax. En 2006 formó la banda Jump Back Jake y dos años después grabaron el glorioso Brooklyn Hustle/Memphis Muscle. La cosa es una verdadera fiesta, rock ‘n’ roll con aroma soul, todo maravillosamente «groovy». Por ahí dicen que es algo así como The Hawks (futuros The Band) con «feeling» de Muscle Shoals. Gloria bendita, oiga. Y antes de pagarle sus honorarios por adelantado y que se ponga en marcha le sugeriremos al detective que se escuche bien el tema «Samson» o el «Say a Prayer», qué coño, cualquiera…, para que sepa de qué clase de gente estamos hablando. Y yo ya si eso voy comprando la codeína y el hacha…

THE FALL

 

El PSNI (Servicio de Policía de Irlanda del Norte) anda loco tras la pista de un asesino en serie que no para de cargarse chicas jóvenes de buen ver tras abusar de ellas sexualmente.

La investigación no avanza y el jefe del departamento de policía de Irlanda del Norte pide ayuda a Scotland Yard.

¿Y a quién envían? 

Pues a GILLIAN ANDRESON, ¿a quién si no?, que en THE FALL interpreta a la dura detective STELLA GIBSON.

En el papel del asesino sexual PAUL SPECTOR tenemos al actor irlandés JAMIE DORNAN, conocido por el gran público por su papel peñazo en la peli CINCUENTA SOMBRAS DE GREY, aunque hay que decir que en THE FALL lo borda.

Serie producida por la cadena irlandesa RTÉ ONE, THE FALL, además de su dureza y de sus personajes oscuros, tiene como aliciente que desde el minuto uno sabemos quién es el asesino, ya que las vidas de este y de la superintendente se cruzan en la trama y la serie, lejos de perder tensión, te tiene pillado a lo largo de sus dos temporadas de once episodios, por lo bien que está concebida la cosa.

Se rumorea que va a haber una tercera temporada y, sin querer hacer spoilers, me tiene un poco intrigado tras el final de la segunda temporada en la que parecía que todo había quedado zanjado.

A ver qué hacen, que no pase como con HOMELAND, que tras la primera temporada los productores siguieron alargando la serie cuando debería haber terminado en el tercer capítulo de la segunda y ahora no hay dios que la aguante. 

Si estás ansioso por que llegue la nueva temporada de EXPEDIENTE X tras largos años de espera, aquí tienes THE FALL de aperitivo y si EXPEDIENTE X te da igual, pues no pasa nada, con THE FALL también lo puedes flipar.

 

JOSHUA BLACK WILKINS

Fair Weather
(self released, 2013)

Ahora es cuando yo entro en la sala, me siento en el círculo de gente extraña, me pregunto qué demonios estoy haciendo aquí, me engaño diciéndome que solo vengo por los pasteles y el café gratis que sirven al final, o por el desenlace soñado con esa chica intrigante que asistió a la sesión anterior y que hoy, maldita sea, no se ha presentado (mi gozo en un pozo), por lo que barajo la posibilidad de marcharme sin hacer ruido, pero entonces me llega el turno y todos los presentes se dirigen a mí con sus miradas vidriosas y compasivas y no me queda otra que dar el primer paso y decir: sí, en efecto, reconozco que tengo un problema, padezco de «completismo». Cuando algo me gusta, lo quiero todo. «Todo lo de…». Sin excepciones. El menú completo, por muy enojosa y lamentable que, en ocasiones, sea la guarnición (¿tomates cherry?, ¿en serio?). Esto me ha hecho ingerir mucha basura (sigo ingiriéndola), basura de gente que ni ante el Tribunal de Núrenberg reconocería que la ha cagado con todo el equipo (el disco de reggae de Willie Nelson, los años ochenta de Waylon Jennings, los años ochenta de cualquiera, las monstruosidades navideñas de Johnny Cash, las monstruosidades navideñas de cualquiera…). Lo llevo más o menos bien. Gracias. Me estoy quitando. Metadona con Tang de naranja en vaso pequeño. Aunque es un proceso lento y doloroso: el reconocimiento de una caída (¿qué fue de Martin Scorsese, de Woody Allen, de Paul Auster, de Leonard Cohen…, de Dylan mejor no hablamos, ni de Neil Young…). La vida es muy jodida. En fin, ¿qué os voy a contar? El caso es que, afortunadamente, hay salvedades. Casos excepcionales en los que la fidelidad, año tras año, se ve compensada. Magia. Llámalo «X». Y Joshua Black Wilkins es uno de esos raros pistoleros que siempre dan en el blanco. Gente por la que siempre puedes apostar. Lo cierto es que se le conoce más por sus trabajos fotográficos. Es con eso con lo que se gana la vida. Y quizá por eso sus discos sean tan buenos. Porque no hay industria ni intención de medrar. Se los autoproduce, suele hacerse cargo de todos los instrumentos, como cuando fotografía: se defiende en solitario. Graba y fotografía sin artefactos digitales. Prefiere lo analógico, el vinilo y los instrumentos vintage. Hay en todo ello una vieja actitud punk de yo me lo guiso y yo me lo como y lo que tú pienses, la verdad, me la suda bastante. No me parto el corazón para agradar a nadie. El resultado es tosco, resuelto, crudo e inhóspito (la presentación no puede ser más parca: un trozo de cartón con el disco dentro y si te he visto no me acuerdo). Es puro East Nashville, nada que ver con el Music Row del «downtown» que retrata ese horror de serie que es Nashville. No repetiré aquí los lugares comunes que suelen soltar los entendidos a propósito de a quién recuerda su voz de barítono brusca y aguardentosa. Ya os lo podréis imaginar. Solo diré que su música suena a lo que transmiten sus fotografías: esa América del Sur profundo, clase obrera y sudorosa, de trenes perdidos. «Country noir», para los etiqueteros de turno. Y hoy destaco el Fair Weather, pero podría recomendar cualquiera de sus discos. Porque son gloria bendita. Todos. Sin excepción. Aunque ¡mierda!, anoche descubrí que me falta uno: The Girlfriend Sessions, las trece canciones que grabó del tirón, en una sola sesión de doce horas, en una cálida tarde soleada de Tennessee, con dos cintas, una guitarra, un banjo de seis cuerdas y la asistencia del violín de la maravillosa Amanda Shires (una de las artistas que tengo en la sección «¿Quieres casarte conmigo?» de mi discoteca –en la que también está Malcolm Holcombe, no se crean–). Guerra, pobreza, adicción, corazones rotos y soledad. Sin concesiones de gourmet. Sin nitrógeno líquido ni insensateces caramelizadas a lo MasterChef. Y no puedo esperar a salir de esta reseña para llamar a mi dealer. Lo necesito y lo necesito ya. Así es que me perdonaréis. Me largo. Nos vemos en la próxima. Me llevo uno de esos bollos glaseados y un café para el camino. Si se presenta la chica intrigante del otro día decidle que yo también la amo, pero que me ha surgido una cosa. Sí. Lo reconozco. Tengo un problema.

THE HOUR

 

Tengo un montón de colegas que ya no tienen televisión. Cuando quieren ver algo, se van directamente a internet. Quienes aún la poseemos es más un rollo tipo la peña que deja de fumar y tiene un paquete de tabaco secándose en un cajón. Está ahí, no vamos a volver al hábito, pero saber que está a mano, por si las moscas, nos tranquiliza.

THE HOUR, producida por BBC 2 y BBC HD es una serie de dos temporadas, ambientada en una época en la que las familias se reunían alrededor de la caja tonta después de la cena. 

Con la premisa de cómo nacieron los informativos de esta cadena inglesa, al igual que MAD MEN con las agencias de publicidad, THE HOUR va mas allá hasta convertirse en una serie de intriga y cine negro en la que los detectives son los reporteros que investigan los casos.

Entre las caras conocidas por estos lares: DOMINIC WEST como el presentador carismático de los informativos de la BBC, o OONA CHAPLIN en el papel de su sufrida y muy cornuda mujer. 

Es una lástima que otra vez el rollo de las audiencias nos jodiera la marrana y los productores decidieran cancelar la serie. Mierdas como los C.S.I. duran y duran más que las pilas Duracell y una serie tan guapa como THE HOUR se la chascaron en la segunda temporada con un final que prometía un montón de cosas.

Así es la vida, como dice mi abuela Julia: "No está hecha la miel para la boca del asno".

Al que se lance a verla le recomiendo que tenga un pelín de paciencia porque en los tres primeros episodios la cosa no termina de arrancar, a partir del cuarto estás atrapado y no la quieres soltar hasta que te obligan a ello por la ya mencionada cancelación.

 

PETE BERWICK

The Legend of Tyler Doohan… and other tales of victory and defeat.
(Little Class Records, 2015)

La verdad es que ha sido un reencuentro portentoso. Se me pasaron un par de discos y un par de novelas desde aquel glorioso Just Another Day In Hell que escuché en su día hasta extenuarlo y este recientísimo The Legend of Tyler Doohan (que ya va camino de acabar igual). No sé en qué cojones estaría pensando (tanta ñoñez de por medio). Siete años que han llevado a este pionero del cowpunk (olvídate de los Scorchers, de los Beat Farmers y de los putos Long Ryders), boxeador amateur, el último de los «hardcore troubadours», desde el sello Shotgun Records hasta la imprescindible Little Class Records, una discográfica con un nombre que le viene como anillo al dedo. Poca clase, música que suena, como muy bien dijo el reverendo Keith A. Gordon, a «cerveza fría al final de quinientas millas por una carretera mierdosa, así de condenadamente bien». El reverendo no recuerda dónde conoció exactamente a Pete Berwick. Debió ser en un túnel de lavado, en la fila de de una de las muchas tiendas de empeños de Nashville o puede que durante una pelea de bar en algún callejón trasero del Music City Dive. Ya se sabe lo que suele decirse de los ochenta, si realmente te acuerdas de esa década, bueno, es que no la viviste. Las notas de prensa (de prensa muy underground, prensa muy peregrina, muy de «fuck mainstream», muy de «métete a Garth Brooks por el recto», prensa de puro corazón, prensa, en definitiva, fiable), no pueden ser más elogiosas. «Imagínense el blues de Bob Dylan mezclado con la urgencia de Social Distortion y The Clash, y se harán una idea bastante aproximada de qué va el rollo de Pete Berwick». «Berwick se ha ganado su posición entre leyendas como Hank, Waylon, Townes Van Zandt, Steve Earle y John Mellencamp. Su voz canta al corazón roto, al dolor y a la redención, y como en la vida real, los finales no son siempre felices». «Su voz descarnada y su estilo de música nos retrotraen a los tiempos de los forajidos del country como Waylon Jennings, Johnny Cash y sí, incluso David Allan Coe. Sus canciones nos relatan las historias de los héroes de la clase obrera. Si no os gusta Pete Berwick… podéis besarme el culo». «Me hace pensar en que Hank lo hubiese hecho así». Y, por último, mi favorita: «Berwick es, a partes iguales, Johnny Cash, Steve Earle, Jack Kerouac y James Cagney marinados en whisky y gasolina». El puto amo. Así que, en efecto, si no estáis ya bicheando por ahí para escucharlo, que os den.

THE TAKE

 

Agarra una coctelera, pon unas gotas de EL PADRINO, un chorrito de MALAS CALLES y una buena dosis de whisky irlandés, agita con fuerza y tendrás como resultado: THE TAKE.

¡Madre mía, qué subidón de adrenalina te pega después de ver el primer episodio; y lejos de decaer la cosa, THE TAKE va in crescendo hasta explotar en el capítulo final!

Miniserie de cuatro episodios, producida por SKY 1 y basada en una novela de MARTINA COLE, THE TAKE narra la vida de FREDDIE (interpretado por un TOM HARDY inconmesurable) un gángster de poca monta que va subiendo en el escalafón de una familia de mafiosos en Dublin a base de huevos, violencia y poca cabeza. FREDDIE no está solo, tiene a su primo JIMMY que pone el cerebro a toda la operación de desbancar del poder a los capos de la vieja escuela.

A diferencia de lo que ocurre en otras series o pelis de mafiosos, los personajes femeninos de THE TAKE son también muy cañeros, tanto el de la mujer de FREDDIE, JACKIE, como el de la mujer de JYMMY, MAGGIE, interpretado por CHARLOTTE RILEY a la que ya hemos visto en PEAKY BLINDERS.

El veterano BRIAN COX es OZZY, el capo supremo que sería el alter ego del papel que interpretó MARLON BRANDO en la saga de EL PADRINO.

Si echas de menos a los COPPOLA y SCORSESE de los 70 y sus pelis de familias mafiosas, aquí tienes THE TAKE para quedarte a gusto.

 

TOWNES VAN ZANDT

The Late Great Townes Van Zandt
(Charly, 2015)

Se trata, sin duda, de un género que cuenta con auténticas joyas literarias. Recuerdo especialmente las notas que escribió Stephen King para aquel disco tributo a Los Ramones (We’re A Happy Family, 2003), probablemente lo único rescatable de aquel álbum. Y lo traigo a colación porque la semana pasada mencionamos este glorioso disco que grabó Townes Van Zandt en el 72, que acaba de reeditar el sello Charly para conmemorar el cincuenta aniversario del comienzo de su turbulenta carrera musical. Las notas de quien fuera su manager y productor, Kevin Eggers (redactadas desde una habitación del Hotel Chelsea de Nueva York), son también impagables. En ellas recuerda emocionadamente una calle y un barrio. El 54 de Remsen Street, en Brooklyn Heights. La foto de la cubierta está tomada en el salón de la vieja casa de ladrillo rojo del siglo XIX en la que vivía Kevin Eggers con su mujer (la del cuadro es su tatarabuela) y sus hijos en el 71. Desde las habitaciones de aquel inmueble se podía oler el mar. Cuando Townes no estaba en la carretera o perdido en algún lugar inconcreto de Houston, residía en la cuarta planta, en una habitación que compartía con dos periquitos. Allí compuso las canciones (entre ellas las inmortales «Pancho and Lefty» y «If I Needed You») de esta obra maestra que luego irían a grabar a Nashville, en los estudios de «Cowboy» Jack Clement. Eggers recuerda que Townes bajaba a desayunar todos los días y luego se encerraba a componer durante cinco o seis horas en su habitación. El sonido de su guitarra inundaba la casa junto al de las sirenas de los barcos que se alejaban río abajo. Aquel barrio era un sitio mágico. Townes disfrutaba de la compañía de los fantasmas de quienes habían fatigado sus calles antes que él: Thomas Wolfe, Carson McCullers y el gran Walt Whitman. No era raro toparse en la panadería con Arthur Miller, Norman Mailer o Truman Capote. Por la casa de Eggers pasaban a vaciar botellas de bourbon, tequila, whisky y oporto músicos como Johnny Winter, Jerry Jeff Walker, Dick Gregory o el matrimonio Clark (Guy y Suzanne), antes de dejarse caer por los bares del Greenwich Village (el Dug Out de Bleeker Street, donde tocaban Phil Ochs y Dylan, o el Kettle of Fish, donde una noche Emmylou Harris sorprendió a Townes nada más conocerle cantándole su «Tecumseh Valley» a bocajarro). Aquellos días en el 54 de Remsen Street fueron los más creativos y los más felices de la vida de Townes. Sus discos no se vendían, no poseía más que una vieja guitarra Martin con una funda forrada de terciopelo en la que atesoraba cristales de colores, púas, uno o dos anillos de alguna novia pasada o presente, la llave del apartamento de una amante perdida, abalorios indios y una edición de bolsillo de los poemas de Robert Frost. El sello Poppy quería echar a Townes de su lista de artistas y este álbum estuvo a punto de no grabarse. Fue el penúltimo que hizo con Eggers (el siguiente, The Nashville Sessions, jamás llegaría a editarse). El título fue una broma oscura para carcajearse del siniestro hábito de la industria musical de sacar un álbum homenaje cuando al cadáver del artista de turno aún no le ha dado tiempo a enfriarse. Típico título de disco póstumo: El Gran Fallecido Townes Van Zandt. A nadie le interesó. Y lo cierto es que Townes ya casi era un cadáver andante. La caída era inevitable. Eggers recuerda el día en que al salir del estudio, en el nuevo Cadillac de Jack Clement, Townes le ofreció los derechos de todas sus canciones por doscientos dólares. Estaba con el mono y necesitaba meterse un chute. Acabaron peleándose en la hierba. Luego estuvieron años sin verse. Cuenta Eggers que la última vez que le vio fue en Austin, en 1996, tres meses antes de su muerte. Estaba hecho mierda. Había ido a grabar un dúo con no sé qué artista a los Estudios Pedernales pero no pudo ni sostener la guitarra. Se olvidaba constantemente de la letra. Después fueron a cenar y Townes dijo que llevaba días sin comer. Al salir del restaurante recitó un poema. Se rió y la bautizó como su última canción: la tituló «Sanitarium Blues». Luego desapareció calle abajo para siempre.

CARNIVÁLE

 

Frío, lluvia, manta, sofá y sopita caliente. Por fin toca sacar del armario la ropa de abrigo. Rebuscando entre los cajones mis jerséis de lana, me he encontrado con el box set de CARNIVÀLE que me regaló el primo Gorka hace ya algún tiempo.

Uno de esos box set que, cuando pasas el dedo por la cubierta, tiene relieve y al abrir la caja de los dvd´s te encuentras con unas fotos bien guapas.

Vamos, de los que da gusto comprar (más que te regalen), porque están de lo más currados. 

Y me lo he quedado mirando preguntándome: 

¿Qué coño pasó con esta serie?

¿Por qué la terminaron de una manera tan brusca?

¿Solo dos temporadas? Si la cosa daba para mucho más...

Se escucharon rumores de que su creador, DANIEL KNAUF, había tenido movidas con los productores de HBO porque el excesivo coste de la serie no se correspondía con los índices de audiencia. 

También que le ofrecieron zanjar la serie con dos últimos capítulos de dos horas de duración y que DANIEL les dijo que tururú.

Lo último que escuché fue que se había decidido terminar CARNIVÀLE en forma de cómic.

Investigando por ahí a ver si el cómic de CARNIVÀLE existe, me he enterado que nada de nada. Sí que fue la intención de DANIEL, pero HBO se negó en redondo a cederle los derechos.

Así que se acabó lo que se daba.

Triste.

Porque es muy cañero ver a un circo de freaks deambular por las tierras del southwest enfrentado a un predicador ambulante en la época de la gran depresión en los EEUU.

Porque CARNIVÀLE es una de las mejores series que se han realizado a la hora de plasmar la lucha entre el bien y el mal. 

Recomiendo, aprovechando que los días son más cortos y se hace de noche antes, volver a verla.

Y quienes no la hayáis visto no perdáis ni un minuto en sumergiros de cabeza en este mundo de misterio, fantasía y terror. 

Con la rasca que hace en la calle, ¿qué mejor manera de disfrutar las horas de oscuridad?

 

CHAD ELLIOTT

Wreck And Ruin
(Chad Elliot.net, 2015)


Esta semana, coincidiendo con la reedición del The Late Great (con cuatro «bonus tracks» y un precioso «booklet» ilustrado de 20 páginas que incluye las letras y un texto de quien fuera su productor y manager, Kevin Eggers; una más de las maravillosas remasterizaciones a las que nos tiene acostumbrados el sello Charly, esta vez para conmemorar el cincuenta aniversario del comienzo de la turbulenta carrera musical de Townes Van Zandt) han caído en nuestras manos dos discos que incluyen sendos homenajes al mítico cantautor de Fort Worth, Texas. El primero nos llega desde el Yukón, Canadá, con el tema que da título al último álbum de Gordie Tentrees, «Less is More», «Menos es más», con un estribillo en el que conviven títulos y frases de temas de Mary Gauthier (de la que también hace una versión al final del disco, «Camelot Hotel») y el susodicho Van Zandt, una verdadera declaración de principios sobre la sencillez, la desnudez y la crudeza («[…] between the daylight and the dark, to live is to fly, / Christmas in Paradise, waitin’ around to die, / for the sake of the song, I ain’t got no home, if I needed you, false from true […]»). Pero el que verdaderamente nos ha puesto el pelo de punta ha sido el «Ghost Of Townes» que se pasea por el vigésimo álbum de Chad Elliott, natural de Des Moines, Iowa, producido por Ken Coomer (batería de Wilco y Uncle Tupelo) con la complicidad de los legendarios «nashvilleanos» Kenny Vaugham y Dave Roe, a la guitarra y al bajo respectivamente. Elliott procede del mundo folkie, aunque en este álbum quedan atrás esas raíces y se nos vuelve algo más rockero. A mí no me ha pasado, pero supongo que cuando un concierto de Lyle Lovett te salva por los pelos (a ti y a toda tu familia) de morir arrasado por un tornado en Oklahoma este es, más o menos, el disco que te sale.

HIM & HER

 

Caca, culo, pedo, pis y mucha ironía. Esto es HIM & HER, la comedia británica emitida en BBC THREE que empieza dando cosica pero a la que te haces completamente adicto tras un par de capítulos.

Cuatro temporadas repartidas en un total de veinticinco episodios para ver cómo la pareja formada por BECKY y STEVE comparten sus vidas entre cuatro paredes.

En varias ocasiones nuestros protagonistas están a punto de salir de casa pero, por una razón u otra, eso nunca sucede.

Eso sí, desfilan un montón de personajes por su casa: la hermana insoportable de BECKY, el tarado del novio de la hermana, la madre de STEVE (devota de su hijo), el vecino mega-colgao y un largo ejército de peña, cada cual más raruno.

SARAH SOLEMANI, la actriz que interpreta a BECKY, también es una de las guionistas de HIM & HER.

¡Ole por ella!

Muy recomendable para ver en pareja, y si no la tienes, pues te la ves igual y recuerdas cuando la tenías.

Igual te pones nostálgico o igual celebras de la que te libraste.

 

THE MERCY BROTHERS

themercybrothers.jpg

Holy Ghost Power!
(Rootsy.nu, 2013)

Grabado en Lafayette, Louisiana. Nada menos que avalados por el público del Chickie Wah Wah de Nueva Orleans, ahí es nada. Góspel de tradición sureña, oscuro, gótico, aterrador, mezclado con el sonido secular del country blues. Música para levantar a los muertos. Música para caer de rodillas y elevar los brazos al cielo. La alegría de pecar y redimirse (y pecar de nuevo, ad infinitum). Música de dedo que te señala. Música de rasgarse la camisa. Música de confesar y de letanía (ora pro nobis). La misma tensión espiritual que dio lugar en su día a Jerry Lee Lewis y a Jimmy Swaggart. Música para incendiar pianos y casarte con la hija de tu primo, la de doce años. Especialmente indicada para pecadores jubilosos y arrepentidos (o no). Este es el disco que estábamos esperando. Música para sumergirse en el Jordán. «Canciones de Fe & Devoción, Amor & Desesperación. Canciones del Espíritu desde Ambos Lados». Lo mismo te invoco a Jesús que te salgo con el mismo Diablo. Predicadores afónicos desgañitándose en las ondas. Bautizos en los pantanos. Y todos a bailar. A dar saltos y gritos y a hablar en lenguas muertas. A sufrir sacudidas y convulsiones. Mucha palma, tapas de cubos de basura, Wurlitzer, Resonator, pandereta y kazoo. También banjo y trombón. Southern soul, saloon blues, rock ‘n roll… que no falte de «ná». El servicio incluye las «Llaves del Reino», «10.000 ángeles» y «el gozo de la Palabra». Música consciente de que la comida del diablo sabe a tarta. Mmmmmmm. Deliciosa. Música para apretarse el Cinturón (Bíblico). Biblias y pistolas (y moonshine). Reverendos ambulantes. Misas ruidosas en cobertizos malolientes. ¡Venid con el corazón contrito, venid al banco de las lamentaciones! ¡Venid, cojos, lisiados y ciegos! ¡Venid con el espíritu partido! ¡Venid vosotros que tenéis el alma negra de tanto pecar! ¡Venid con vuestros andrajos, vuestros pecados y vuestra suciedad! ¡Esta música os limpiará, os abrirá las puertas del Cielo! ¡Entrad y descansad! Congregaciones poseídas por sermones exaltados. Sudor y baba. Música para bailar con serpientes. ¡Aleluya!

THE GREAT TRAIN ROBBERY

 

El 8 de agosto de 1963 el tren que transportaba el "Royal Mail" inglés, entre las localidades de Glasgow y Londres, fue atacado por una banda de ladrones.

La noticia sorprendió a la opinión publica de la época y conmocionó al gobierno inglés ya que se puso en entredicho la falta de medidas de seguridad en algo tan sagrado como el servicio de correos.

50 años después, llega la miniserie de dos episodios THE GREAT TRAIN ROBBERY, en la que se recrean los hechos.

Producida por BBC ONE, THE GREAT TRAIN ROBBERY es algo así como un cruce entre MAD MEN y RESERVOIR DOGS.

Bueno, igual me he pasado un poco, pero por ahí van los tiros.

Entretenida a saco, esta miniserie tiene el aliciente de que el primer episodio está rodado desde el punto de vista de los ladrones y el segundo desde el punto de vista de la policía que investiga el caso.

Y la cosa funciona de maravilla.

Tipos duros con traje y sombrero, whisky, cigarrillos, cámaras de fotos de esas con flashes grandotes, titulares en los periódicos y diálogos eléctricos..., si todo esto no te convence, igual lo hace poder ver en acción al actor PAUL ANDERSON. ¿Que quién es PAUL ANDERSON? 

Pues el tío que en PEAKY BLINDERS interpreta al hermano cañero que no se calma si no reparte unos buenos mamporros.

Ea, ahí queda eso.

 

SAMUEL JAMES

Songs Famed For Sorrow And Joy
(Northern Blues, 2008)

«El Mesías de Portland (Maine) del Blues del Delta». Así lo llamaron en algún sitio. Y a ver cómo se guisa eso. A ver qué autopista justifica una cosa tan peregrina. Recuerdo aquel artículo de Jesse Hughey en un Dallas Observer de hace seis años, a propósito de la autenticidad. En la adaptación del glorioso cómic de Daniel Clowes, Ghost World (2001), Steve Buscemi está en uno de esos infernales sport-bars tratando de escuchar a un viejo y desconocido bluesman, Fred Chatman (J. J. «Bad Boy» Jones, en la vida real) que está desgañitándose en el escenario por encima del ruido de la barra y el estruendo de la jukebox. En un momento se le acerca a Steve una chica a la que le «encanta el blues» y Buscemi, muy pedante, le explica que lo de Chatman, más que blues, podría clasificarse de forma más ajustada como ragtime, porque el blues auténtico tiene una estructura más convencional de estrofas de doce compases. Entonces la veinteañera le dice que si le gusta el «blues auténtico», que espere a oír a los Blueshammer en cuanto acabe ese carcamal: cuatro chavales blancos guapetes (californianos) que la emprenden ruidosamente con un tema sobre lo jodido que es trabajar en los campos de algodón: la prueba viviente de que los doce compases no son prueba de autenticidad ni por asomo, como lo demuestra (y esto ya a título personal) el coñazo de Stevie Ray Vaugham y sus mil infames imitadores. La autenticidad es otra cosa. Y Samuel James la tiene. Le rebosa por los poros, aun hallándose a cientos de kilómetros del Delta, muy lejos de la autopista 61. Estilo pre-Segunda Guerra Mundial, ragtime, Delta Slide Guitar y country, mezcla de nuevo y tradicional (bisnieto de esclavos, nieto de bluesman e hijo de un pianista profesional), multi-instrumentista, ya sea a cargo de su seis cuerdas, su doce cuerdas, su resonator o su banjo (le gusta tocar solo), Samuel quedó huérfano a los doce años, una dura adolescencia de negro en casas de adopción de Portland Maine (paraíso de los blancos) antes de reunirse con su padre a los 17: eso es blues y no todas esas gilipolleces impostadas que nos venden con sello de House of the Blues (nosotros siempre hemos sido más de Fat Possum). Este Songs Famed For Sorrow And Joy fue el álbum con el que se dio a conocer. El comienzo de una gloriosa trilogía de Blues Norteño. Historias con finales a lo O’Henry. Los títulos de los temas son impagables: «The “Here” Comes Nina Country-Ragtime Surprise», «Sugar Small House And The Legend Of The Wandering Siren Cactus» o «Runnin’ From My Baby’s Gun, Whilst Previously Watchin’ Butterflies From My Porch». Sí.  «El Mesías de Portland (Maine) del Blues del Delta». Y mucho más que eso.

LOW WINTER SUN, USA

 

Por más que le doy vueltas, no puedo explicármelo. ¿Cómo es posible que una serie como LOW WINTER SUN sea cancelada después de la primera temporada? AMC STUDIOS, productores de la serie, ¿estamos locos o qué?

También os deshicisteis de THE KILLING, ¿pero habéis seguido con los peñazos de BETTER CALL SAUL y THE WALKING DEAD? La primera, un intento patético de estirar la cuerda de BREAKING BAD, y la segunda, un culebrón estilo venezolano pero con zombies.

¿Y todo por qué? ACM STUDIOS nos ha salido con lo de las audiencias, que si el primer episodio lo vieron 2.5 millones de espectadores y, al final, el último episodio solo lo vieron 600.000.

Como diría mi abuela Julia: No está hecha la miel para la boca del asno.

LOW WINTER SUN es tremenda y dura, y tiene todo lo que esperábamos de TRUE DETCTIVE II y nos quedamos sin ver.

Corrupción policial, drama existencial, personajes bien dibujados, una trama cojonuda y todo ello enmarcado en el DETROIT actual de casas abandonadas y perros hambrientos sin amo dispuestos a devorarte. 

El DETROIT post apocalíptico en el que se ha convertido la ciudad de los coches tras la quiebra de sus fábricas, pasando de ser una de las ciudades más ricas de los USA a una de las más castigadas por la crisis, un lugar del que uno quiere salir pitando si tiene dos dedos de frente.  

LOW WINTER SUN, basada en la miniserie original británica del mismo título, además de todo lo que he comentado antes, tiene a un inmenso MARK STRONG, que también protagoniza la versión inglesa, y a LENNIE JAMES, que aquí se sale sin hacer de mamarracho como en THE WALKING DEAD. 

Aún no he podido hincarle el diente a la británica, a ver si los colegas de AMAZON se dan caña, que ya la tengo comprada desde hace días y me muero de ganas de verla. 

Diez episodios de 43 minutos de duración para quedarte helado delante del televisor o el ordenata, eso es cosa tuya y de dónde te guste devorar las series.

¡Recomendable no, lo siguiente!

 

DAVID RAMÍREZ

Apologies
(Sweetworld Music, 2012)

Acaba de salir el Fables, su tercer disco, y en los tres años que han pasado desde este descarnado Apologies las cosas han cambiado. Hubo una crisis, quiso alejarse, poner tierra de por medio, sintió la presión de la industria y mandó todo a paseo. No quería meter más ruido en el mundo. Lo fácil habría sido ofrecer más de lo mismo, pero habría sonado falso porque, como digo, las cosas han cambiado. Ahora hay más gente en la ecuación (aparte, ya hay bastantes idiotas impostados, disfrazados de llaneros solitarios, inventándose dramas desde sus cómodos sofás y cantando acerca de traiciones y carreteras que jamás han padecido). La vida del trovador errante, es cierto, tiene su halo romántico. Y David Ramírez se dedicó precisamente a eso durante más de diez años: a estar solo y aislado, sin banda, sin manager y sin compañera. Ni siquiera un perro. Solo carreteras y cigarrillos (como en la canción de Son Volt; Jay Farrar, claro, he ahí uno que sabe de bandas y soledades…). En ocasiones, abrió conciertos para grupos que admiraba. Y envidiaba el sentimiento de camaradería que detectaba cuando se disponían a salir al escenario. Permanecía entre bambalinas, tras su set de seis o siete canciones, apurando su cigarrillo, solo. Más tarde, lo afirmaría: eso era lo que quería, lo que en el fondo sueña cualquier chaval que se pone a ensayar en el garaje: una banda para comerse el mundo (un bocado muy triste si no lo compartes con nadie, ni siquiera con un perro). Así que, en efecto, esa vida de trovador solitario puede tener su halo romántico, pero cuando un día el cuentakilómetros de tu Kia Rio marca 260.000 millas, la novedad y el romanticismo comienzan a perder su atractivo… En Fables hay amor y hay amigos (y puede que un perro). Por eso tardó tanto en sacarlo. Hay familia. En Apologies no. En Apologies no hay ni perro. Apologies es el disco de aquellos años de cigarrillos y carreteras. Un disco brutal. El «Chapter II» con que empieza pone el pelo de punta («enterrado bajo todas las mujeres y el alcohol / hay un hombre al que conozco que se avergüenza de lo que he elegido»); cómo entra la armónica, la pedal steel y la percusión en el minuto 02:00 (brrrrrr)… Pero es en el tercer corte, «Stick Around», donde David Ramírez nos pone al descubierto todo su anhelo y su desamparo: «Hoy voy a subirme a ese tren, / no tengo a dónde ir ni ninguna razón para quedarme. / En cuatro años he viajado ciento sesenta mil millas / y el viento sigue tirando de mí. // Puede que me vaya porque voy buscando algo, / puede que me vaya porque algo me busca, / puede que me marche porque aún no he encontrado a nadie / que me mire a la cara / y me diga: // Quédate. / Te quiero a mi lado. / Quédate. / No hay ningún motivo para irse, / el camino ha sido duro pero yo nunca te haré daño. / Quédate. // Postales y mapas de carreteras, / callejones vacíos, cigarrillos, / cinco millas hasta el próximo desvío / y luego a cantar frente a una sala llena de extraños. // Echo de menos a mi familia. / Echo de menos a mi hermano. / Me pregunto si su hijo llegará a conocerme algún día. / Me pregunto si llegaré a tener un hijo algún día. / Ojalá alguien me retuviese y me dijese: // Quédate. / Te quiero a mi lado. / Quédate. / No hay ningún motivo para irse, / el camino ha sido duro pero yo nunca te haré daño. / Quédate. // Hoy voy a subirme a ese tren, / no tengo a dónde ir ni ninguna razón para quedarme. / En cuatro años he viajado ciento sesenta mil millas. / Quizá algún día… // me quede». Fables es el disco del día que se quedó. Y es también de nivelazo, aunque duele menos que este Apologies. Me disculparán.

FRESH MEAT

 

SAM BAIN y JESSE ARMSTRONG, los creadores de FRESH MEAT, comentaron en una entrevista que se pusieron manos a la obra con el guión de FRESH MEAT después de verse la serie THE YOUNG ONES, conocida por aquí como LOS JÓVENES.

Y se nota (y que conste que lo digo en el buen sentido): FRESH MEAT te trae a la cabeza THE YOUNG ONES, sin ser una burda copia o adaptación. 

Casa compartida hecha un asco, diferentes y estrambóticas personalidades de sus ocupantes, drama, risas, drogas, desparrame.

En el caso de FRESH MEAT, la acción se sitúa en Manchester, VOD, OREGON, JOSIE, KINGSLEY, JP y HOWARD, no consiguen plaza en ninguna de las casas de las fraternidades de la universidad en la que estudian y, al final, sin conocerse de nada, acaban juntos.

Ya sabemos que el roce hace el cariño y que se harán colegas, o no.

CHANNEL 4 está detrás de la producción de tres temporadas y un acuerdo con sus creadores para terminar la serie en una peli. Algo que parece que se ha puesto de moda últimamente como opción a no seguir estirando las tramas cuando la cosa ya no da más de sí.

Muy a favor de esta solución para no comenzar a hacerle ascos a una serie que en un principio te molaba y que, al final, los guionistas no han sabido qué hacer con ella.  

Pasó, por ejemplo, con HOMELAND, que ya va por la quinta temporada y debería haber terminado en el tercer o cuarto capítulo de la segunda.

Si quieres hacer nuevos colegas sin salir de casa y sin que sea a través del Facebook u otras redes sociales, FRESH MEAT te lo pone a huevo.

Sí, vale, son colegas de ficción, ¿pero es que los de Facebook, muchas veces, no lo son también?.

 

GABRIEL SULLIVAN

By The Dirt
(Fell City Records, 2009)

Cuando, con apenas veinte años, Gabriel Sullivan surgió de la escena punk de Tucson (Arizona) con este disco, no tardó en caerle el sambenito de imitador de Tom Waits (los que afinan más se retrotraen a Howlin’ Wolf o al Captain Beefheart). No hubo un solo reseñista que no tomara su voz (¿qué demonios había estado bebiendo o fumando este chico?) como símbolo y prueba de su infamia. Bendita infamia, por otro lado. Recuerdo muy bien la imposición (porque no fue una recomendación, nunca lo fue y sigue sin serlo) de la chica de la pequeña tienda de discos de Salt Lake City (una tienda imposible, en una ciudad vacía, post-Sundance –aquí como sinónimo de post-apocalíptica–), en el invierno de 2010. La tienda estaba llena de tesoros (entre ellos el por aquel entonces descatalogadísimo Greetings From Wawa de los Old Crow Medicine Show). Yo debía ser el único cliente de ese día, de esa semana, de ese año. Lo más mainstream que quise llevarme fue el Glitter and Doom de Tom Waits (más por cariño que por devoción, la verdad). El caso es que la chica del mostrador, que estaba leyendo el Motel Life de Willy Vlautin (lo que me hizo desear preguntarle si quería casarse conmigo), me dedicó una mueca diferente por cada disco que fue marcando en la caja. Creo que al final aprobé el examen. Pero al llegar al de Tom Waits, me miró, lo apartó a un lado haciendo un chiste fácil con su apellido que aquí no repetiré, salió de detrás del mostrador, fue hasta el final de la tienda y volvió con una copia del disco que hoy reseñamos diciéndome: «Si te gusta Tom Waits, llévate mejor esto». Me fié de ella. Sigo haciéndolo («pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión»). El disco de Gabriel Sullivan me fascinó desde el primer momento. Entre los músicos que colaboraban estaban Nick Luca y Joey Burns, de Calexico. Y las dos versiones que se marcaba eran irreprochables: un tema del mítico Chris Gaffney (que en gloria esté) y de Rainer Ptacek, compadre de Giant Sand (también tristemente desaparecido). Puro «Desert Noir» (sea eso lo que sea, me lo acabo de inventar, pero suena exactamente a lo que tendría que sonar algo que se llamase así: hay blues, hay góspel, hay country y hay rock ‘n’ roll, pero sobre todo hay desierto, hay oscuridad, hay bourbon, hay percusiones con piezas de automóvil y hay frontera). El Glitter and Doom de Tom Waits me lo compraría luego, de vuelta a España, en la sección de discos de unos grandes almacenes. Lo oí el día que lo compré y no he vuelto a escucharlo. Sin embargo, este By the Dirt no dejo de oírlo. A modo de apéndice solo añadiré que, de vez cuando, aún me sigo encontrando en el buzón un paquete con sello de Salt Lake City, Utah, USA.

FARGO

 

Como ocurría antaño con las entregas por fascículos, las cadenas de televisión lanzan sus novedades cada otoño con la idea de que manta, sofá, algo caliente para beber y televisión, es una combinación que no falla.

Ya nos están llegando los primeros capítulos de las nuevas temporada de "The Knick", "Peaky Blinders" y de la serie que nos ocupa: FARGO.

Cuando el año pasado me enteré de que se iba a hacer una serie basada en la peli del mismo nombre realizada por los HERMANOS COEN, pensé: "¡Serán mamarrachos!".

Pero me equivoqué, la peli es de nivelazo y la serie también.

Avalado por la cadena FX, NOAH HAWLEY, el escritor y creador de FARGO la serie, se lo ha currado la mar de bien.

Mismo tipo de humor negro, desarrollando las tramas que ya vimos en la peli durante los 10 capítulos que tiene la primera temporada sin perder  comba con la historia... Bien por el amigo NOAH.

En la primera temporada no estaban FRANCES McDORMAND ni STEVE BUSCHEMI, pero estaba el amigo BOB THORNTON, que se salió en el papel de asesino.

El otro día vi el primer capítulo de la segunda y parece que pinta bien. Pero con lo que ha pasado con "True Detective", no me atrevo a lanzar las campanas al vuelo, vamos a seguir viendo a ver que pasa.

Pues eso amigos el OKTOBERFEST ya ha empezado.

¡Cerveza y series, y que sea lo que Dios quiera!

 

PARKER MILLSAP

Parker Millsap
(Oklahoma Records, 2014)

Trato de encontrar una explicación racional. Me digo: Oklahoma. Claro. (Labor Omnia Vincit, según reza el lema del estado, música de currantes en paisajes desolados…). Y no solo Oklahoma, sino la pequeña localidad de Purcell (okies, Dust Bowl y el bueno de Woody, por supuesto). Añádasele los coros de una iglesia Pentecostal (himnos en el templo y Taj Mahal y Clarence Gatemuth Brown en casa). Una guitarra regalada a los ocho o nueve años, el aburrimiento, horas muertas sin nada que hacer y un cierto espíritu pionero hasta en el modo en que te lavas los dientes por la mañana. En una entrevista le preguntan por sus influencias y cita a John Steinbeck y a Kurt Vonnegut. Dice que en su lápida pondrá: «Fue culpa de ellos». Y la cosa empieza a cobrar cierto sentido (aunque tampoco tanto, porque yo también tuve una guitarra a los ocho años y leí a esos mismos autores con fruición, y sigo sin ser nominado al premio al Artista Emergente del Año que da la Americana Music Association). Como tantos otros, crea una banda de versiones en el instituto, Fever in Blue (con un colega con el que sigue tocando hoy), para ligar y soñar con no ser un «Okie de Muskogee». Al graduarse emprende un viaje iniciático al norte de California para visitar el Prairie Sun Recording, el estudio donde Tom Waits grabó el Bone Machine y el Mule Variations. Luego vuelve a Oklahoma, se pone a escribir y graba con su colega del insti un disco acústico (Palisade) que se dedica a vender desde la parte posterior de su camioneta. Poco después hay un viaje a Nashville para tocar en el Tin Pan South, el prestigioso festival de songwriters, donde deja patidifuso al manager de los Old Crow Medicine Show, que no duda ni un segundo en contratarlo para abrir los próximos conciertos de la banda. El resto de la historia va muy rápido: Parker Millsap graba este disco que lleva su nombre y al poco tiempo de salir, al otro lado del océano, muy lejos de Oklahoma, voy yo y lo compro porque me lo recomienda mi amigo el entendido en su pequeña tienda de discos (detrás de Callao, en la calle de las Conchas, para más señas), llego a casa y lo pongo sin mucha fe en el reproductor mientras me quito las botas, escucho los dos primeros temas (atención al «Truck Stop Gospel»), me vuelvo muy loco, indago un poco por internet y, sin poder dar crédito a lo que estoy escuchando, trato de encontrar una explicación racional. ¡¡¡El tipo tiene solo veintidós años!!! Joder. Si me pongo a pensar en lo que estaba haciendo yo a esa edad se me cae el alma a los pies. Y es en ese momento cuando, para no cometer un homicidio y aliviar mi sufrimiento moral, me digo: «Oklahoma. Claro. (Labor Omnia Vincit, según reza el lema del estado, música de currantes en paisajes desolados…). Y no solo Oklahoma, sino la pequeña localidad de Purcell (okies, Dust Bowl y el bueno de Woody, por supuesto), etc…».